No mirar hacia atrás: Capítulo 14
Capítulo 14:
¿Sospechosa? ¿Asesina? Las miradas que pensé haber visto en los ojos de Mery y Paula tenían razón. Sospechosa. Mi corazón latía con fuerza mientras me paseaba por mi habitación más tarde esa noche, con el estómago vacío. La idea de comer me daba ganas de vomitar, así que me salté la cena.
Sospechosa. Asesina.
Esas palabras eran extrañas para mí. No en el sentido de que no entendía lo que querían decir, sino porque no podía asociarlas conmigo. Las palabras me recorrieron como pequeños fragmentos de vidrio, deshilachados, cortándome.
¿Mi padre en realidad creía que esa era la razón por la que el detective Ramírez estaba interrogándome? ¿Debido a que el detective creía que había matado a Cande? ¿Mis amigos pensaban lo mismo? No podía ser cierto. No tenía sentido. Obviamente, yo también salí lastimada. Lo suficiente como para que todo lo que era, todo lo que sabía, hubiera desaparecido.
Nunca podría matar a alguien. ¿No lo sabían? Todavía existía la posibilidad de que lo que pasó hubiera sido alguna clase de accidente. Sabía lo suficiente como para estar segura de que habría una autopsia para determinar la causa de la muerte.
De pie ante el espejo en mi armario, me tragué el nudo de miedo que subía por mi garganta antes de que pudiera consumirme. Mi reflejo me devolvía la mirada, con las mejillas pálidas en contraste al tono castaño de mi cabello. Con el tono desprovisto de maquillaje, parecía mucho más joven que en las fotos. Había un brillo nervioso en mis ojos, uno que dudaba que la vieja Lali hubiera lucido.
- Nunca habría lastimado a Cande - dije, necesitando escuchar a alguien, incluso si era a mí misma, decirlo.
Mi reflejo inclinó la cabeza, sus labios curvándose en una sonrisa llena de burla.
- Mentirosa.
Jadeante, di un traspié hacia atrás, tropezando con el estúpido oso de peluche en el suelo. Me golpeé la cadera con el costado de la cama. Un nuevo dolor me atenazó mientras mi pulso latía salvajemente.
Ya no había nadie en el espejo.
Con el cuerpo temblando, me puse de pie. El movimiento sacudió la cama y la mesa junto a ella. Ya movida de cuando Pablo chocó contra ella, la caja de música cayó contra el suelo, tocando dos débiles y rotas notas musicales que enviaron escalofríos por mi columna. Cogí la caja, poniéndola de costado. Una abertura en la parte de abajo se había abierto cuando chocó contra el suelo, lo suficientemente grande como para que entrara media baraja de cartas. El hueco lucía vacío, y distraída, la cerré y puse de regreso en la mesa.
Un enfermizo sentimiento se construyó en la boca de mi estómago mientras me daba vuelta, quitándome los largos mechones de cabello del rostro. Afilados escalofríos viajaban por mi espalda. Y de repente, me sentía caliente, y la habitación lucía demasiado pequeña.
Mi reflejo me había hablado.
Estaba oficialmente loca.
Comencé a pasearme de nuevo, evitando mi reflejo por si decidía tener otra conversación conmigo. Lo que acababa de pasar no podía haber sido un recuerdo, y no había manera de que pudiera explicarlo como algo más que un buen delirio.
Me imaginé llamándome mentirosa después de que dijera que no podía lastimar a alguien. Bien, muy bien. Lanzando mi cabello hacia atrás, tomé una profunda respiración, pero se estancó en mi pecho. Necesitando salir de la habitación e incluso de la casa, abrí la puerta y corrí hacia el pasillo.
Al doblar la esquina, choqué directamente contra un duro cuerpo, con la suficiente fuerza como para que el pobre tipo soltara un gruñido y cayera en el suelo. Perdí el equilibrio, cayendo sobre él. Al instante, reconocí la cítrica esencia.
Peter.
Nuestros cuerpos se encontraban presionados en todos los lugares inadecuados. O en los lugares adecuados, dependiendo de cómo quería verlo. No era que pensara que estuviera correcto. Estaba definitivamente mal, sobre todo la forma en que su pecho se sentía increíblemente musculoso bajo el mío, su estómago firme como el acero. El calor corría por mis venas.
La mano de Peter se curvó alrededor de mi cintura mientras levantaba ligeramente la cabeza. Nos hallábamos tan cerca que podía ver las oscuras motas de color azul cerca de sus pupilas. Tan cerca que su calor daba nueva vida a los espacios oscuros y vacíos en mi interior. Mi mirada se posó en sus labios, y me entraron tantas ganas de saber a qué sabían. De probar sus besos. De romper todas las cadenas que me ataban a la vieja Lali, y perderme en él. Era curioso cómo todas mis preocupaciones desaparecían cuando estaba con él.
Sus labios se extendieron en una media sonrisa.
- Hola, La...
- Hola - susurré - ¿Venías a verme?
Su sonrisa se amplió, y mi corazón dio un vuelco. Uno de sus dientes frontales lucía agrietado en la parte inferior.
- La verdad es que venía a ver a Nico, pero...
- Oh - Me sentí como una idiota - Entonces será mejor que te pongas en marcha.
- Sí, debería - Su mirada bajó hasta mi boca, y mi estómago se apretó - Pero vas a tener que bajarte de mí primero. No hay prisa. Sólo digo.
Mis mejillas ardieron.
- Buen punto.
- Ajá - murmuró.
Seguí sin moverme. Podría haber una apocalipsis afuera y no me movería. Mi cuerpo presionado contra el de Peter, su mano apretada en mi cintura.
Tan metidos en los nuestro como estábamos, ninguno de nosotros oyó a mi hermano hasta que habló.
- ¿Qué están haciendo?
Peter soltó una carcajada, y sentí el sonido en todas mis células.
- Estamos peleando.
- ¿En serio? - respondió Nico a secas.
Me bajé de Peter, levantándome.
- Choqué con él mientras doblaba - dije, sintiendo la necesidad de explicar la situación - No estábamos peleando...o haciendo cualquier otra cosa.
Los labios de Nico se torcieron como si estuviera luchando contra una sonrisa.
- Está bien, La. Prefiero verte por ahí con Peter que con Pablo.
Me quedé boquiabierta.
- ¿Qué...?
- ¡Oye! - dijo Peter, dejando caer su brazo alrededor de mi hombro - Tenemos el permiso de tu hermano.
- Hombre, en serio debes odiar a Pablo - dije, ignorando la manera en que todo el costado izquierdo de mi cuerpo se presionaba contra Peter.
Nico se pasó la mano por la sien.
- Si, bueno, no me agrada.
- ¿Por qué?
- Porque no - respondió, y luego se dio la vuelta, regresando a su habitación.
Me alejé del brazo de Peter.
- Bueno, veré si...
- Oye - Me cogió del brazo, deteniéndome - ¿A dónde ibas con tanta prisa?
- Sólo iba a...dar un paseo.
- Son casi las nueve.
Me encogí de hombros, y mi estómago decidió quejarse en ese momento.
- O ir a comer algo. Tal vez un poco de helado. Vi uno de chocolate doble en la nevera. No puedo recordar la última vez que comí helado - Estaba divagando, pero no podía parar - Por supuesto, no puedo recordar mucho, por lo que no pasa nada. Ayer descubrí que me encantan las hamburguesas sin tomates. Ni pepinillos, pero sí con extra tocino.
La sonrisa de Peter crecía a medida que hablaba.
- ¿Qué hay del queso?
- La verdad es que no sé - Sonreí. Hace unos días, tuve uno de estos momentos en los que no podía parar de hablar con Pablo, y él lucía menos entretenido.
Peter soltó mi brazo.
- Así que, volviendo a lo del helado...¿Seguro que viste un poco?
- Síp.
- ¿Te molesta si te acompaño?
Mi corazón saltó ante la sugerencia.
- Pensé que estabas aquí para ver a Nico.
- Eso puede esperar - Peter me dio un empujón con el hombro - ¿Cierto?
Le eché un vistazo, decidiendo que compartir el helado no era un pecado capital y podría hacerme bien distraerme.
- Por supuesto.
Peter me siguió escaleras abajo a través de las habitaciones. Me tomó un par de minutos encontrar las copas y los cubiertos. Luego saqué el helado. Peter se sirvió montones de helado en la copa. Yo me serví tres cucharadas grandes, y luego nos sentamos en la barra, frente a frente.
- ¿Dónde están tus padres? - preguntó, comiendo helado con el borde de la cuchara.
- No sé dónde está papá, pero mamá está en la cama - Me incliné hacia adelante, bajando la voz - Creo que eso es todo lo que hace. ¿Siempre fue así?
Levantó la mirada mientras tomaba un bocado.
- No la veo a menudo. Como que le molesta que venga, así que por lo general limito mis visitas.
Fruncí el ceño.
- ¿Por qué?
Sacó un poco más de helado.
- A tu madre no le agrada que pase mucho tiempo aquí debido a mi padre - Hizo una pausa y se encogió de hombros - Probablemente piensa que voy a robarle algo.
Apreté la cuchara con tanta fuerza que no me habría sorprendido si se doblaba.
- Eso está tan mal. Tu padre no es diferente al mío. Sólo tienen diferentes trabajos. No entiendo cuál es el problema.
Tenía esa mirada de nuevo, la que me hacía sentir como un rompecabezas que ni él podía armar.
- ¿Sabes lo que siempre encontraba gracioso?
- ¿Qué?
- De lo que me ha dicho Nico, tú padre era bastante parecido al mío antes de conocer a tu madre. No tenía mucho dinero, venía de la clase obrera y todo eso, por lo que nunca pude descubrir cómo terminó con tu madre.
Ese era un rompecabezas que ni yo podía solucionar.
- Yo tampoco, teniendo en cuenta que mi madre viene...
- De una familia adinerada, de las que tienden a permanecer juntas. Tal vez sólo la enamoró.
Empecé a sonreír ante eso, imaginando a mi padre persuadiendo a mamá con gestos románticos, pero luego recordé cómo eran ahora. Había más amor entre mi cepillo y yo que entre ese par.
Peter tomó un gran bocado de helado.
- Qué bueno.
Observándolo comer, esperé hasta que la mayor parte de mi helado se derritiera, y luego giré la cuchara alrededor de la taza, haciendo un pudín. Cuando Peter se rió, le sonreí.
- Creo que me gusta más de esta manera.
- Sí, lo hacías cuando eras niña. Volvías loca a tu madre.
El chocolate se deslizó por la cuchara, cayendo en la copa mientras lo estudiaba.
- ¿En serio éramos mejores amigos?
Asintió.
- Sí, fuimos...inseparables por mucho tiempo.
Como ya lo había hecho mil veces desde que descubrí que Peter era la respuesta a mi pregunta de seguridad, traté de imaginarnos haciendo cosas juntos, corriendo, jugando, metiéndonos en problemas. Lamentablemente, como todas las otras veces, los recuerdos no regresaban, sin importar lo mucho que me esforzaba. Siendo honesta conmigo misma, creía que era la posibilidad de esos recuerdos lo que más extrañaba.
- Tienes esa mirada de nuevo - dijo, quitándose el cabello de la frente con su mano libre - No estás feliz con algo. La mala compañía, ¿no?
- No. No, para nada - le aseguré - Es sólo que apesta no ser capaz de recordar algo. Creo que...en serio me hubiera gustado tener esos recuerdos.
Sus ojos se encontraron con los mios por un momento.
- Yo todavía los tengo. Si quieres, puedo compartirte los mejores momentos que tuvimos.
Una sonrisa tiró de mis labios.
- Me encantaría.
Y así lo hizo. Me contó los mejores momentos que tuvimos mientras comíamos helado. Cuando andábamos en bicicleta, trepábamos árboles, nadábamos y hacíamos fuertes con ramas, hicimos de todo. Resultó que también hice que Peter se rompiera un brazo. Por saltar de una de las rocas de la Guarida del Diablo. Se había perdido toda la temporada de las ligas bajas.
Nico tenía razón: Peter y yo habíamos sido cercanos.
Todo el tiempo que habló sobre nosotros, la piel alrededor de sus ojos se mantuvo arrugada, mientras yo me encontraba sumergida y encaprichada por su mirada, que brillaba como el lapislázuli. Pero a pesar de todo, la presión se acumulaba en mi pecho. Algo de ella se sentía bien, porque parecía como si estuviera a punto de volar, pero también había una presión en la misma, teñida de tristeza y verguenza.
- Realmente lamento haber sido así de idiota contigo - dije una vez más. El que hubiera sido amable con su madre, y luego con él después de que ella muriera, no compensaba todo lo demás - No te merecías la forma en que...terminé las cosas.
Peter abrió la boca, pero la cerró. Varios segundos pasaron, y luego se inclinó hacia adelante, cruzando los brazos sobre la barra.
- Voy a ser honesto, ¿de acuerdo? Cuando te disculpaste antes, estaba como: lo que sea, Porque es difícil creer que de verdad lo dices en serio, basado en mis...experiencias pasadas contigo.
Me encogí y de repente, deseé no haber comido tanto. El helado se cuajaba en mi estómago.
- Entiendo...
- No. No lo entiendes - Encontró mi mirada - Porque comprendo que de verdad te sientes mal. ¿Hace un par de semanas? No estoy seguro. Pero, ahora sí se que lo lamentas. Y eso importa. ¿Bien? El pasado está en el pasado. Está hecho. Déjalo así.
Al ver la sinceridad en sus ojos, escucharla en su voz, algo de la presión se redujo.
- Gracias - susurré.
Peter asintió, y hubo otro lapso de silencio entre nosotros.
- El detective pasó por aquí después de la escuela - le dije, mirando el desastre en mi plato - Papá se enojó, prácticamente lo echó a patadas.
- ¿Por qué?
Me encogí de hombros.
- No le gustó que Ramírez estuviera haciéndome preguntas sin él aquí...o un abogado - Levanté la vista, soltando un gran suspiro - Papá piensa que soy el principal sospechoso.
Frunció el ceño.
- ¿Qué? ¿Hablas en serio?
- Si, ya que fui la última que la vio.
- Pero nadie sabe si lo fuiste - argumentó, para mi alivio - Cualquiera pudo haber estado con ustedes. Y lo que les sucedió podría no haber estado relacionado. Pudo ser una loca coincidencia. Un accidente.
- Eso es lo que espero - murmuré, y entonces dije más fuerte: - De todos modos, ¿quién piensas que hubiera estado con nosotras? Quiero decir, si no fue un accidente.
- ¿Estás preguntando quién pudo haber estado con ustedes que hubiera querido...lastimarla? ¿O a ti? - Se enderezó, pasando una mano por su desordenado cabello - Dios, La, es algo complicado incluso de considerar.
- Ni que lo digas - Empecé a mordisquear mi pulgar, pero encontré que la uña ya estaba masticada por completo - Pude haber sido yo, por lo que sé.
Sus cejas se alzaron.
- ¿Que? ¿Tú? No. De ninguna manera.
Hice una mueca.
- La vieja Lali sonaba bastante capaz de casi cualquier cosa, y aparentemente Cande y yo teníamos esta extraña amistad. Tal vez no peleamos y...
- ¿Y qué? ¿La mataste? - Rodó los ojos, riendo - De ninguna manera. Sí, te has enojado un montón en el pasado, pero jamás lastimarías a alguien. Y eso no explica el cómo saliste herida.
No, y por una vez, la imposibilidad de algo era tranquilizadora. Tiré mi pelo hacia atrás.
- De acuerdo. Si tuvieras que escoger a alguien, ¿a quién sería?
Se me quedó mirando, atónito.
- ¿Escoger a alguien que sea capaz de matar? Jesús, espero no conocer a nadie que lo sea.
- Lo sé, pero si tuvieras que elegir a alguien que lastimaría a Cande, ¿quién sería?
Parpadeando, apartó la mirada.
- Hay una gran lista de personas que estaban enojadas con ella, pero, ¿matarla? No lo creo.
- Peter...
Maldijo en voz baja mientras se giraba hacia mí.
- Bien. Está Agustín. Ellos tenían una relación bastante jodida. Pero había al menos un centenar de niños en la escuela que probablemente fantaseaban con empujarla frente a un bus una vez o dos.
Arrugué la nariz.
- Qué lindo.
- Mira, no la recuerdas, La. Candela era una...Lo pondré de esta forma: ella tuvo muy pocos buenos momentos. Era terrible con los niños que no venían de familias adineradas, que no manejaban lujosos coches o pasaban su verano en un yate, lo que es hilarante si piensas en ello, porque ella no habría hecho nada si no fuera por su madre y padre. No solo eso, era toda una manipuladora - Se inclinó hacia delante, apoyando los codos en la barra - Cada mes, escogía un nuevo objetivo: un niño del que pretendía querer ser amiga, ya que tenían algo que ella necesitaba. Era buena con ellos, y el resto de ustedes estaba de acuerdo con ello, y luego, una vez que tenía lo que quería, los avergonzaba públicamente de una manera u otra. Una vez, hizo que toda la escuela creyera que Sandy Richards era lesbiana.
Sandy iba en mi clase de historia. Una chica tranquila. Me agradaba.
- ¿A quién le importa si era lesbiana?
- A nadie, pero Cande lo hacía sonar como si Sandy estuviera obsesionada con ella y la acosara. Una mierda total, y estoy seguro que la mitad de la escuela lo sabía, pero nadie iba en contra de Cande - Reclinándose hacia atrás, se cruzó de brazos - Porque nadie iba en tu contra, y todos sabían que si se metían con Candela, se metían contigo.
La presión volvió, asentándose en mis pulmones.
- ¿Por qué crees que Cande era así?
- Demonios, no tengo idea. Pero ella estaba...estaba arruinada - Volvió la cabeza y su mandíbula se tensó de nuevo - Festejábamos un poco duro a veces...y ella sólo empezaba a gritar y enloquecer sin ninguna razón. Agustín solía decir que eran problemas con su padre, pero quién sabe.
¿Problemas con su padre? Reflexioné un poco más en ello, recordando al parecer su padre se había marchado. Entonces, pregunté algo que probablemente no debería.
- ¿Por qué actuaba de la forma que lo hice?
Pestañeó de nuevo y sus ojos se ampliaron.
- Jesús, La. Desearía saberlo, pero no lo hago. Tus padres eran buenos contigo. Y también Nico, y a pesar de que cambiaste cuando empezaste a salir con Cande, no se puede culpar de todo a ella. Tomaste tus propias decisiones.
- Lo sé - Bajé la mirada - Cande y yo éramos terribles juntas, ¿eh?
Dejó escapar un largo suspiro, y cuando levanté la mirada estaba viendo a través de las puertas francesas.
- Era extraño, como dos personas se unen y sacan lo peor del otro. Si ustedes tenían ventaja sobre alguien, la utilizaban. Siempre las oportunistas...y había mucha gente con muchas razones, no como tú. Pero, ¿herirlas? Eso es diferente.
El remordimiento regresó, quemándome como ácido. Tomé un último bocado de helado derretido, deseando haber mantenido mi boca cerrada. Peter me miró y entonces, se rió suavemente.
- ¿Qué? - Dejé caer la cuchara en el tazón.
- Tienes helado en la barbilla.
- ¿Si? - Me la limpié - ¿Lo saqué?
Sacudiendo la cabeza, se estiró sobre la barra y pasó su pulgar bajo mi labio inferior. Mi pecho se elevó rápidamente y contuve la respiración. Su pulgar permaneció justo por debajo de la esquina de mi boca, pero sus dedos se extendieron bajo mi barbilla. Se sentían callosos contra mi suave piel, haciendo que un escalofrío de placer me recorriera. Nuestros ojos se encontraron, y esperé a que quitara su mano, porque de seguro que la más minúscula gota de helado ya se había ido, pero no lo hizo.
En su lugar, su pulgar subió, arrastrándose por mi labio inferior. Aspiré una bocanada de aire, pero como la anterior, se perdió en alguna parte. Una embriagadora ola de calor me recorrió.
Tragué saliva.
- ¿Más helado?
Una media sonrisa se extendió por sus labios.
- Seguro.
Una parte de mi cerebro se apagó. Poniendo las manos en el borde de la barra, me incliné hacia delante y dejé de pensar en todo lo que no fuera la sensación eléctrica que él creaba con el más simple tacto. No estaba muy segura de lo que hacía, pero mi cuerpo tomó el control. Mi pulso retumbaba, y mi corazón se disparó cuando su mano se deslizó por mi mejilla.
Esto estaba mal, pero también se sentía tan increíblemente bien.
Una garganta se aclaró, y me aparté bruscamente, a punto de caer del taburete. Para mi horror, mamá se hallaba de pie bajo un helecho colgante con un vaso lleno de un líquido rojo en su mano.
- Es tarde, Peter - dijo, con ojos y un tono frío - Creo que es hora de que vayas a casa.
Peter me lanzó una rápida sonrisa mientras se paraba.
- Lo siento, Sra. Espósito. No me di cuenta de la hora.
Ella asintió cortantemente.
Él me miró por encima del hombro.
- Te veo en la escuela, La.
Mis mejillas se sentían como si estuviera en llamas cuando me puse de pie. Quería salir con él, pero ya había desaparecido por la esquina. Segundos después, una puerta se abrió y cerró. Había absorbido completamente su tiempo, ni siquiera fue a visitar a Nico.
- ¿Qué estás haciendo, La?
Respiré hondo.
- Tomaba helado.
- No te hagas la tímida conmigo.
- No estoy siendo tímida, mamá. Estaba tomando helado con Peter. ¿Cuál es el problema? - Me puse de espaldas a ella y recogí nuestros potes, llevándolos al fregadero - No es como si...
- No estoy segura de si ya siquiera te conozco - dijo con voz tensa mientras dejaba su vaso en la barra - Hace dos semanas, no habríamos estado teniendo esta conversación.
- Sí, y hace dos semanas, era una completa perra - Que aparentemente tenía una escuela llena de enemigos - Así que, si ser una persona más agradable es una decepción para ti, vas a tener problemas.
- Esto no es sobre ser agradable - Me siguió al fregadero, quitándome los potes de las manos. Uno golpeó el acero inoxidable y rodó hacia un lado, el otro se partió en dos grandes trozos de cerámica. Aturdida, me la quedé mirando - Vas a arruinar tu vida si te involucras con chicos como ese.
Retrocedí.
- Mamá, sólo estábamos hablando.
- No se veía así para mí - Sus mejillas lucían tan rojas como su blusa de seda - Chicos como él...
- ¡No hay nada malo con Peter! - Pasé a su lado, sin querer discutir. No es como si no tuviera suficientes problemas sin entrar en un combate verbal con ella - Estoy cansada...
- No cometas el mismo error que yo - dijo en voz baja y apenas perceptible, con las fosas nasales dilatadas.
Mis ojos se ampliaron con sorpresa.
- ¿Qué? ¿Qué se supone que significa eso?
- No importa - Sus tacones golpearon el duro piso de madera - Ya no volveré a avergonzarme de ti. Ya es suficiente malo...
- ¿Ya es suficiente malo qué, mamá? - Me di la vuelta. Arruinando la parte de no pelear. Todo hervía dentro de mí, extendiéndose hasta que todo lo que sentía y conocía, era la ira - ¿Todavía estoy avergonzándote? ¿Todas tus amigas están hablando? ¿Excepto que ahora hablan sobre lo que me sucedió a mí, a Cande? ¡Que terrible debe ser para ti!
Sus ojos se estrecharon.
- ¿Estás segura de que tus recuerdos no han vuelto? Porque esto suena terriblemente familiar, Mariana.
- ¿En serio? Eso es genial - Traté pasarla, pero ella era malditamente rápida, por lo que me bloqueó.
El arrepentimiento tornó más oscuras las manchas verdes de sus ojos.
- Lo siento, cariño. Nada de esto es tu culpa. No importa lo que sucedió o lo que podrías haber hecho, nada de esto es tu culpa.
La sorpresa me recorrió mientras mi madre se alejaba. La oí detenerse en el gabinete de licores, y sabía que se llevaba una botella consigo. En una neblina, dejé la cocina y vi a papá de pie allí.
Apartó la mirada, con los ojos cerrados y el ceño fruncido.
- Mariana...
- ¿Ella piensa que lo hice? - Mi voz sonaba pequeña, ronca - ¿Ella piensa que le hice algo a Cande?
- No - Sus ojos se abrieron de golpe - No, ella no piensa nada de eso. Sólo está cansada, y todo el estrés la ha...la ha afectado. Tu mamá no está... - Sacudió la cabeza - Ella no piensa eso.
Amable de su parte intentar convencerme, pero no le creía.
- ¿Tú piensas que lo hice?
- No, nena, no creo que tengas nada que ver con lo que sucedió - dijo, tratando de sonreír, pero fallando - Es tarde. Sube. Las cosas estarán mejor mañana.
Por un momento, todo lo que pude hacer fue mirarlo con helada incredulidad. Las lágrimas se formaron en la parte posterior de mi garganta, y cuando pude moverme, lo pasé. No estaba segura de qué huía, pero no importaba a dónde fuera. Lo que mamá dijo me perseguía mientras me desvestía y cambiaba con manos temblorosas.
Me senté en la cama, atrayendo mis piernas hasta mi pecho. Descansando la cabeza sobre mis rodillas, respiré hondo varias veces, pero no hizo nada para sofocar el pánico que crecía. Peter podría haber creído que no era capaz de tal cosa, pero, ¿qué se suponía que pensara cuando mi propia madre pensaba que sí?
M
ResponderEliminarQue feo que hasta la mama desconfie de ella:/
ResponderEliminarAl fin lali y peter se estan acercando :33
ResponderEliminarSube otro capi:))
ResponderEliminarMas nove;)
ResponderEliminarPeter tambien gusta de lali no?
ResponderEliminarSiempre he leido tus historias, pero que se yo me daba cosa comentar, sube otro capítulo....
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