No mirar hacia atrás: Capítulo 8
Capítulo 8:
Volver a la escuela tan pronto había sonado como una idea brillante hace unos días, pero cuando pasé por mi dormitorio el lunes por la mañana, me sentía aterrorizada. Los anuarios se mantuvieron sin abrir en mi escritorio, y el tiempo que debería de haber pasado familiarizándome con los nombres y las caras de mis compañeros, lo gasté tratando de acceder a mi correo electrónico y a mi cuenta de Facebook. No hubo suerte. Cada uno de los sitios web mostraban demasiados intentos fallidos para entrar, y no podía responder a las preguntas personales para recuperar mi información. ¿Era posible que alguien más hubiera estado tratando de acceder a esas cuentas? Probablemente cuando me hallaba desaparecida. Tenía sentido.
Cuando Nico apareció en mi habitación, me entregó una copia impresa de mi horario de clases. Sintiéndome feliz, le di las gracias.
- ¿Te vas a poner eso?
Confundida, bajé la mirada. Tenía puestos unos pantalones vaqueros y una chaqueta de punto gris sobre una camisa.
- ¿Qué tiene de malo?
- Nada - Arqueó las cejas - Pero por lo general te vestías como si fueras a un desfile de moda en lugar de la escuela. Bueno, no siempre. Como, antes de lo de Cande, pero ahora no tanto.
- Oh - Incómoda, eché un vistazo a mi armario. Según él, Cande hacía lo mismo que yo, pero parecía que era al revés a veces - ¿Tengo que cambiarme?
- Nah, vamos. Vamos a llegar tarde si no nos damos prisa.
Agarré mi mochila y lo seguí a través de la casa y al interior del garaje. El Bentley se había ido, pero había un Porsche rojo y un Audi blanco bastante nuevo.
- Mamá quería que te dijera que tienes una cita con el consejero durante las clases - dijo Nico, de pie delante del Audi. Abrió la puerta trasera, lanzando su bolso en el interior - Creo que dijo algo acerca de reunirte con ella tres veces a la semana.
- ¿Qué? - lo miré boquiabierta.
Hizo una mueca.
- Sí. En cuanto llegues, tienes que ir a su oficina.
Me deslicé en el asiento del pasajero, apretando mi bolsa contra mi pecho.
- ¿Hablas en serio? Ya de por sí todo el mundo va a mirarme como si fuera un bicho raro, ¿y ahora tengo que quedar con una terapeuta?
- No creo que sea una terapeuta de verdad, La - Apretó un botón en el parasol. Un segundo más tarde, la puerta del garaje gimió y se sacudió, abriéndose. La luz del sol se filtraba por las ventanas - Y antes siempre te gustaba que la gente te mirara, fuera bueno o malo.
- Bueno, ya no soy la misma persona - le espeté.
Me miró.
- Si, estoy empezando a ver eso.
Suspirando, me quedé mirando al frente mientras ponía en reversa el coche.
- ¿No tengo coche?
Nico se rió mientras daba una vuelta.
- Tenías. Uno realmente lindo, pero lo echaste a perder.
- ¿En serio?
Asintió, el coche avanzando por nuestro camino de entrada.
- Cande y tú se emborracharon una noche. Chocaste contra un árbol, y papá tuvo que hacer un montón de cosas para que la policía lo etiquetara como un accidente debido a las condiciones del camino. Estuvo bastante enojado por un tiempo.
Mi boca se abrió de golpe. Pasaron varios segundos antes de que pudiera pensar en algo que decir.
- No creo que quiera saber más acerca de mí misma.
Me disparó una mirada llena de extrañeza y luego negó con la cabeza.
- Rara.
No dije nada hasta que me di cuenta que reducía la velocidad en lo que se acercaba a la carretera principal y aparcaba a un lado.
- ¿Por qué paramos?
- Siempre le doy un aventón a Pitt. Conduce una motocicleta, pero al administrador de la escuela no le gusta que la conduzca allí.
¿Peter en una motocicleta? En serio, ¿qué podría ser más sexy que eso? Estiré el cuello, localizando una casa de ladrillo de dos pisos. Había una moto cubierta en el pequeño camino de entrada.
- ¿Vive en nuestra propiedad?
- Él y su padre viven en nuestras casas de invitados - explicó Nico - Su padre trabaja para pagar el alquiler y apenas les alcanza con el dinero que papá les paga. Algo que te encantaba recordarle.
Hice una mueca.
- ¿Dónde está su madre?
- Murió. Cáncer. No tenía seguro de salud; una jodida trinidad.
Antes de que pudiera responder, vi a Peter trotar a lo largo del camino de la entrada, una mochila colgaba a uno de sus hombros y una bolsa de deporte en el otro. Me humedecí los labios con nerviosismo mientras se acercaba al coche. Llevaba unos vaqueros desgastados y una camisa de manga corta sobre una campera térmica blanca. Todavía tenía el cabello húmedo, y se le encrespaba en la frente.
Se veía bien, muy bien.
Peter se detuvo frente a la puerta del pasajero, y luego se dio cuenta de que ya me encontraba allí, mirándolo como una idiota. Frunció el ceño, bordeando el coche y deslizándose en el asiento detrás de Nico. No me miraba.
- ¿Qué está haciendo aquí?
Nico lo miró por el espejo retrovisor.
- Solía irse con Cande, amigo.
- Oh, sí, eso - Su mirada ultra brillante le dio un vistazo a mi rostro, y sentí mi piel arder de una manera agradable y embriagadora. Se echó hacia atrás, poniendo un brazo sobre el asiento trasero de forma arrogante y perezosa.
El coche empezó a moverse, y seguía mirándolo. Los ojos azules de Peter eran de un oscuro e impenetrable azul, y, finalmente, regresaron a los míos. Bajó la mirada y me di cuenta de que miraba mi collar. Una sonrisa tiró de sus labios.
- ¿Qué pasa, La?
- Nada - balbuceé. ¿Por qué no podía apartar la mirada? Era como si una vieja y audaz parte de mi supiera que acababa de ver algo que me gustó, y se negase a dejar que me alejara.
Nico se aclaró la garganta, pero no dijo nada.
Un músculo comenzó a palpitar en la mandíbula de Peter.
- Es temprano, y en serio no tengo ganas de discutir contigo, así que, ¿podemos terminar ya el juego? Sí, no tengo coche. Lo que es poco genial. Mi ropa no cuesta lo que cuesta una casa, y mi padre trabaja para el tuyo. Oh, qué duro.
Mis ojos se abrieron, y me sonrojé.
- ¿Decía cosas como esa?
Me dio una mirada mordaz.
Sintiéndome la estúpida más grande, me di la vuelta y miré por la ventana. Mi estómago se retorcía mientras jugueteaba con la correa de mi bolso. La parte posterior de mi garganta ardía. No podía imaginarme diciendo ese tipo de cosas a otra persona, pero lo hice. Después de varios minutos llenos de tensión, Nico le comentó algunas cosas de la práctica de rugby a Peter y yo me mantuve callada. Ambos parecían apreciarlo.
Nos detuvimos para tomar un café ya que al parecer no íbamos tan tarde y Nico se sentía como si fuera a desmayarse sobre el volante. Peter ordenó uno cargado mientras Nico iba al mostrador para añadir más leche al café en la taza de plástico, y yo me quedaba allí, con las manos a los lados, mirando el menú. La mujer de mediana edad tras el mostrador suspiró ruidosamente.
Mordiéndome el labio, leí todo el menú tres veces. El café - mi elección de café - debería ser simple, pero no lo era. Me sentía...perdida.
- Oye - dijo Peter detrás de mí, su cálido aliento en mi mejilla, haciéndome saltar - ¿Estás bien?
Sintiendo mis mejillas arder, asentí.
El tipo detrás de mí suspiró, murmurando. Oí las palabras estúpida y rica. Mi nivel de mortificación se elevó a nuevas alturas.
Peter me sacó de la fila, dándole al tipo una dura mirada llena de advertencia.
- ¿Cuál es tu problema? - preguntó
Bajé la mirada hacia donde su mano envolvía la mía. ¿Cómo podía un toque tan simple y dulce sentirse como el mayor de los pecados? Probablemente no era lo mejor pensar en ello, desde que ni siquiera podía pedir un café.
- La - dijo, impaciente
Levanté la mirada, sintiéndome horrorizada al sentir las lágrimas construyéndose.
- No sé que pedir - Mi voz se quedró - No sé...lo que me gusta.
El entendimiento suavizó su mandíbula, y asintió.
- Por lo general, tomas un latte de vainilla - Hizo una pausa, dejando caer su mano - Te he visto beberlo antes. Quédate aquí, ya te lo ordeno.
Esperé a un lado mientras realizaba el pedido. Las personas me miraban fijamente. Me sentía como una niña que no sabía hacer nada. Quería meterme en un agujero. No dudaba que Peter pensara que era una idiota.
Cuando regresó con mi bebida, abrió la tapa del recipiente.
- Ten cuidado. Está caliente.
- Gracias - Puse mis manos alrededor, dándole la bienvenida a la calidez que se deslizaba a través de mi garganta.
No hablé el resto del camino a la escuela, ya que me perdí en el desconocido paisaje. Una gran cantidad de colinas, antiguas haciendas, y muy pocas subdivisiones en medio de las señales para el viejo campo de batalla. La ciudad era vieja, y había un montón de personas con dinero por lo que se veía.
No sentí ningún chispazo de reconocimiento cuando puse los ojos en la secundaria Gettysburg. Era un gran edificio de ladrillo que me recordaba a varios dormitorios rodeado de árboles y un pabellón en expansión.
Con el corazón en la garganta, seguí a los chicos a través del estacionamiento. Una bandera marrón y blanca colgaba sobre la entrada principal, y ponía "Hogar de los luchadores". Tenía la imagen de un demente conejo de Pascua en ella.
Los pasillos todavía no se llenaban, pero todo el mundo se detuvo cuando me vio. Sólo se detuvieron y se quedaron mirándome. En cuestión de segundo, los susurros comenzaron. Inclinando la cabeza hacia abajo, dejé que mi cabello cayera hacia adelante y cubriera mi rostro, pero todavía podía sentirlos. Sus ojos llenos de curiosidad y morbo.
Mi corazón latía con fuerza y me aferré a la taza llena de latte. No podía hacer esto. No cuando todo el mundo me miraba. Sólo empeoraría. ¿Sabían que no recordaba nada? Tal vez mamá tenía razón. Debería haber esperado.
Nico se puso a mi lado, su espalda rígida. Cuando lo miré, le disparaba miradas llenas de frialdad a quienes me observaban. Los chicos se dispersaron rápidamente, pero no dejaron de hablar. A mí otro lado, Peter miraba en silencio. No tenía ni idea de lo que pensaba. ¿Se sentía avergonzado de que lo vieran conmigo? No podía culparlo.
Me dejaron en un vestíbulo rodeado de ventanas de cristal. La sonrisa de la regordeta secretaria lucía llena de compasión mientras me ordenaba que me sentara en una de las incómodas sillas. Cada vez que miraba por encima de su hombro, parecía que el grupo de chicos fuera de la sala crecía. Era como si hubiera ocurrido este horrible accidente automovilístico, y todo el mundo tuviese que detenerse para mirar.
Una mujer bien vestida apareció por el estrecho pasillo, poniendo fin a mi tormento. Se enderezó las gafas.
- Señorita Espósito, ¿está lista?
Levantándome, cogí mi bolso y la seguí a una pequeña oficina. La primera cosa que hice cuando me senté fue buscar su nombre. Judith Messer, consejera extraordinaria.
Se quitó las gafas, las dobló y puso a un lado. La luz de la lámpara en su escritorio se reflejaba en su anillo de matrimonio con incrustaciones de diamantes.
- ¿Cómo te sientes, Mariana?
Parecía una pregunta increíblemente estúpida.
- Bien.
La señora Messer sonrió.
- Tengo que admitir que estamos un poco sorprendidos de que te nos estés uniendo tan pronto. Pensamos que te tomaría algún tiempo recuperarte de...todo.
Mi agarre en el vaso se apretó, y estaba lista para que esto terminara.
- Me siento perfectamente bien.
- Estoy segura de que sí lo estás físicamente, pero no emocional y mentalmente; has pasado por una experiencia terriblemente traumática, además de una pérdida de memoria. Tiene que ser duro para ti.
- Bueno, no ha sido fácil - Levanté la mirada para encontrarla estudiándome de cerca. Suspiré - Bien, ha apestado. Ni siquiera pude pedir café esta mañana, pero tengo que volver a hacer mis cosas. No puedo esconderme en casa para siempre.
Inclinó la cabeza hacia un lado.
- Cuando el director me informó que regresabas hoy, hablé con un colega que trabaja con gente que sufre de amnesia. Él me dijo que lo mejor es que te rodees de cosas que te son familiares. Volver a la escuela no es mala idea, pero emocionalmente, el costo puede ser demasiado alto.
- ¿Y qué pasa si lo es?
Su sonrisa se tensó, y no entró en detalles, lo que me molestó.
- No creo que el trabajo en clases te haga sufrir. La amnesia disociativa rara vez afecta ese tipo de cosas, pero vamos a estar monitoreando tu progreso para asegurarnos de que el plan de estudios general siga siendo lo mejor para ti.
Mis dientes rechinaron ante la implícita advertencia. Si mis notas eran malas, me echarían de la escuela. Genial. No había presión ni nada con mi estado emocional frágil.
- ¿Has sido capaz de recordar algo? - Se echó hacia atrás. cruzando las piernas.
Consideré mentirle, pero no me ayudaría.
- A veces tengo estos pensamientos o sentimientos que se sienten conocidos, pero que no tienen sentido - Cuando asintió, tomé una respiración profunda - Algunas veces veo cosas, destellos, pero...tampoco tienen sentido.
Asintió.
- Tu memoria podría regresar en imágenes incompletas o bien de golpe. Todo lo que necesitas es algo que haga que recuerdes.
El internet ya me dijo eso. Pensé en la nota, pero temía que les dijera a mis padres.
- En realidad, no he recordado nada más. Es como si fuera una...pizarra en blanco. Cuando me junté con mis amigas, mi novio, no...sentí nada por ellos, como si no me importaran - Me sentí mal al decirlo, pero un poco de la presión en mi pecho se desvaneció - Es horrible, ¿no es así?
- No, no lo es. En este momento, no tienes enlaces formados con ellos - Sonrió tranquilizadoramente - No te sorprendas si te encuentras haciendo nuevos amigos o probando cosas que sorprendan a los que te rodean. Es como si volvieras a nacer, pero con las habilidades de supervivencia necesarias.
Era una buena forma de ver las cosas. La Sra. Messer me hizo algunas preguntas más y luego tocó brevemente el tema de Candela.
- ¿Cómo lo estás manejando? ¿Sabiendo que tú amiga sigue perdida?
Dudé.
- No lo sé. Es extraño. No me acuerdo de ella en lo absoluto, y por lo que todo el mundo me dice, no era la mejor de las amigas, pero si estaba conmigo, entonces me siento responsable. Como que necesito recordar así pueden encontrarla, pero la verdad es que nadie quiere hablar de ella.
Asintió de nuevo.
- Pero, entiendes que incluso si nunca vuelves a recuperar tus recuerdos, la búsqueda de ella no es tu responsabilidad, ¿cierto?
La sensación de culpa en mi estómago me decía algo distinto. Si tan sólo pudiera hacer que mi cerebro trabajara, entonces apostaba a que podría ayudar a encontrarla. La Sra. Messer me entregó un pedazo de papel. Tenía el número de mi casillero y la combinación escritos en él. Nuestra pequeña sesión de asesoramiento había terminado, y me tomó una maldita eternidad encontrar mi casillero. Tuve que buscar en mi horario para averiguar qué libros poner en mi bolsa, ignorando las miradas y los susurros de los que me rodeaban. Cerré la puerta del casillero, tomé una respiración profunda y me enfrenté a un pasillo lleno de personas que se dirigía a su primer período.
Una ola de caras extrañas me saludó. Nadie me resultaba familiar. Apretando la correa de mi bolso, me abrí paso entre la multitud de personas. Podría ser peor, esto de la memoria. Todavía podría estar perdida.
O bien podrías estar muerta, susurró una voz en el fondo de mi mente.
Massss
ResponderEliminarmás más más más
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