sábado, 21 de marzo de 2015

No mirar hacia atrás: Capítulo 5

Capítulo 5:

El sábado me encontré con mis amigas...por primera vez. Hablaron. Mucho. Y sonaban, y parecían todas iguales. Cabello con vetas brillantes, estratégicamente ubicadas a lo largo. Cada una parecía como si pudiera necesitar algunas de las donas que yo engullía.


Se reunieron a mi alrededor, abrazándome y llorando. Mamá se quedó en la cocina, bebiendo vino a las once de la mañana. Una de las tres chicas se destacaba del resto. Su nombre lo aprendí con bastante rapidez.


María Del Cerro.


Rubia. Bronceada. Delgada. Perfecta. El tipo de chica que podría hacer anuncios de cama solar, y ser coronada reina de las fiestas de bikini.


Suavizando la mano cuidada sobre su jersey de cachemira blanco, Mery curvó sus labios pintados de rojo hacia el paquete de donas y medialunas, como si estuvieran infestadas de cucarachas.


- Estamos muy contentas de que estés bien, Lali. Estábamos tan preocupadas.


Me quité las migas blancas de mis manos.


- Gracias.


Mery miró por encima del hombro a mi madre, y luego se inclinó hacia delante y habló en voz baja.


- También, y realmente esperamos que Cande aparezca.


Con curiosidad de saber por qué susurraba, miré a las otras chicas. Todas asintieron como buenos perros. Tomé una medialuna. 


- Yo también.


Ella frunció el ceño.


- Pero...tu madre dice que no te acuerdas de ella.


- O de nosotros - intervino Paula Recca. También miraba la caja de dulces. - Es bueno ver que tu apetito es el mismo.


Hice una pausa, con la medialuna a medio camino de mi boca.


- ¿Lo es?


Paula asintió.


- Siempre has comido como un hombre.


- Eso es muy cierto - murmuró mamá, por encima del borde de su copa de vino, los ojos fijos en el techo.


Bajé la medialuna, no estaba segura de sí era bueno o malo que mantuviera mi apetito varonil. Eché un vistazo alrededor de la habitación, y en todo lo que podía pensar era en la chica que había visto en mis pensamientos, aquella rubia natural que había sido tan feliz y tan real. Quería saber quién era.


- Entonces - dijo Paula, alargando la palabra - ¿No recuerdas nada?


Así de sencillo, mi apetito se desvaneció. Arrojé la medialuna en la caja y miré a mi madre. Ahora prestaba atención.


- No recuerdo, pero el doctor piensa que pronto lo haré.


Las chicas se miraron aliviadas, y luego empezaron a hablar de la escuela, el próximo inicio de la temporada de rugby, lo que parecía ser una gran cosa por estos lados, y sobre a dónde iban esa noche. Me invitaron, pero mamá amablemente les informó que no estaría poniendo un pie fuera de esta casa en cualquier momento pronto. Fabuloso. Entonces pasaron a hablar del novio que no recordaba.


- Es tan caliente - chilló Paula - Y como...tan perfecto.


- Por supuesto - asintió Mery, sosteniendo las manos frente a su pecho - Tienen una relación perfecta.


Eché un vistazo a la chica tranquila de pelo rubio. No dijo nada mientras recogía en una pequeña servilleta.


- Ha estado preocupado por ti. - Paula inclinó la cabeza hacia un lado, sonriendo - Eres más afortunada de lo que crees.


¿Afortunada de estar viva, o de tener un novio así?


Por extraño que pareciera, a excepción de lo que dijo Mery, nadie hablaba de Cande. Estaba segura de que evitaban el tema para no asustarme. Me gustaba que, sobre todo teniendo en cuenta que había pasado la mayor parte de la última noche repasando todas las cosas terribles que podrían habernos pasado, aún quería saber más sobre ella.


Cuando hubo una pausa en la conversación, me aclaré la garganta.


- ¿Cande dijo algo antes de que...desapareciéramos? ¿Habló acerca de planes?


Mery bajó la mirada, chupando su labio.


- Ella en realidad no...


- Creo que es suficiente por hoy, chicas - Mamá apareció detrás de Mery, sonriendo sin mostrar los dientes - Mariana necesita descansar.


- Mamá - le espeté, avergonzada de ser tratada como un niño pequeño. Empujé el taburete de la barra, y me levanté. Mis rodillas temblaban, y mi voz alió en apenas un susurro - Mamá...


Lanzó una mirada hacia las chicas, que habían palidecido bajo sus falsos rubores, y luego agarró mis manos, los ojos muy abiertos.


- ¿Qué sucede?


Mi corazón latía de manera irregular. ¿Cómo podría explicarlo? Sabía que le había hablado así antes. Me sentí así antes, frustrada, molesta y enojada con ella. El golpe de la familiaridad cuando no había habido prácticamente nada fue vertiginoso. No sería una gran cosa para nadie más, pero para mi cerebro vacío fue épico.


- ¿Mariana?


Todo el mundo me miraba. Cada cara pertenecía a un extraño. No traían recuerdos o incluso una chispa de familiaridad, como Google y WebMD dijeron que habría. La noche anterior, había buscado a fondo en internet sobre la amnesia disociativa, y a parte del hecho de estar vinculada a acontecimientos traumáticos y enfermedades mentales - genial - había poca información sobre como,o si tendré mis recuerdos de vuelta.


Liberé mis manos temblorosas de las de mi madre y me quité el cabello de las mejillas encendidas.


- No es nada. Sólo estoy cansada.


Mi fiesta no oficial de bienvenida llegaba a su fin. Las chicas me dieron rápidos abrazos y besos en la mejilla antes de ir por sus respectivos BMW. Me preguntaba qué tipo de coche conducía yo.


- ¿Qué pasó realmente? - preguntó mamá, siguiéndome a través de las muchas habitaciones, a la más pequeña en el nivel principal: la sala de estar - Mariana, respóndeme.


Me senté en el sillón mullido.


- No fue la gran cosa. Acabo de recordar haberme...enojado contigo antes, gritarte. Me tomó por sorpresa.


Me miró por un momento, luego se arrodilló frente a mí. Me sorprendió que se arriesgara a ensuciar sus pantalones de lino, pero luego tomó mis mejillas. Le temblaban las manos. Las lágrimas se construyeron en sus ojos.


- Nunca pensé que estaría feliz de escuchar que recuerdes estar molesta conmigo, pero lo estoy. 


Mi sonrisa temblaba.


- Patético, ¿eh?


- No, no es patético, dulzura. Es un progreso - se puso de pie, sacudiéndose los pantalones - Pero creo que deberías tomarlo con calma este fin de semana.


Arqueé una ceja.


- Estuve leyendo sobre ello anoche, y los artículos decían que debía estar cerca de cosas que me sean familiares. Eso hará despertar mi memoria.


- No lo sé. Todo esto es mucho a lo que hacerle frente.


Tomé una respiración profunda, aunque ya sabía qué iba a ser un problema.


- Quiero ir a la escuela el lunes. Tengo que hacerlo. Lo necesito.


- Es demasiado pronto.


- Tengo que hacer algo normal. Tal vez pueda ayudar con mis recuerdos.


Parecía aún más preocupada.


- El Dr. Weston dijo que necesitas tomar las cosas con calma. Podría ser demasiado.


- ¿Qué daño podría hacer? - Alcé los brazos, frustrada hasta la médula - ¿Voy a olvidar más? ¡No hay más nada que pueda olvidar!


- No lo sé - Mamá se dio la vuelta, jugueteando con los brazaletes de oro en sus muñecas - Ya he hablado con la escuela. Dijeron que está bien si te quedas en casa una semana más o menos.


En ese momento, aprendí algo nuevo acerca de mí misma. No tenía ninguna paciencia. Levantándome de un salto, planté las manos en mis caderas.


- Voy a ir a la escuela el lunes.


- Mariana, de verdad...


- ¿Qué está pasando aquí? - Papá entró, quitándose los guantes de golf blancos cuando se inclinó y besó mi mejilla - Suena como los viejos tiempos.


Traté de no sentirme asqueada por el casto beso. Era mi padre. No había razón para estar asustada. Mamá se volvió hacia él, y la sangre se drenó en su cara bonita. Bueno, tal vez debería estar asqueada. Di un paso hacia el lado, nerviosa e insegura.


- ¿Qué haces con esos zapatos puestos en la casa? - Su voz era chillona y lastimaba mis oídos - Vas a rayar los pisos. ¡Otra vez! 


Papá se rió.


- El piso va a estar bien. A nadie le importa si está rayado o no.


- ¡A mi sí! - protestó mamá - ¿Qué dirían nuestros amigos si lo vieran?


Papá puso los ojos en blanco.


- Creo que eres la única persona que conozco que estaría avergonzada por la condición de sus suelos. De todos modos, ¿qué está pasando?


Resopló cuando lo miró.


- Tu hija quiere ir a la escuela el lunes.


Golpeó su mano con los guantes, lo que me hizo saltar un poco.


- Majo, si eso es lo que quiere hacer, entonces no debemos detenerla.


- Pero...


- ¿Así que puedo? - me apresuré, esperanzada.


Mamá nos miró a ambos y suspiró pesadamente.


- Dos contra uno, ya veo. Algunas cosas nunca cambian - Y con eso, se giró sobre sus talones y salió de la habitación.


- No te preocupes, cariño. Tu madre sólo se preocupa por todo. - Se sentó, palmeando el espacio junto a él. Lo imité, sentándome y juntando mis manos - Ha estado fuera de sí por la preocupación. Pensamos...


- ¿Qué estaba muerta?


Palideció y tragó saliva.


- Al principio, tu madre pensó que podrías haber huido, y estaba bastante molesta. Ya sabes cómo es. - Una mirada de perplejidad cruzó por su rostro, y luego negó con la cabeza - En realidad, no lo sabes. Se preocupó de que Candela pudiera haberte convencido de hacer algo así, y si así era, el chisme se extendería por todo el lugar. Yo sólo quería a mi niña de vuelta, sobre todo después de que empezamos a pensar lo peor.


¿Mamá estaba más preocupada por lo que sus amigos pudieran pensar? De cualquier manera, todavía no podía imaginar lo que mis padres debían haber sentido.


- Necesito recordar.


- Lo sé - Me dio unas palmaditas en la rodilla.


- No. Mira. - Saqué mi foto con Cande del bolsillo de mis vaqueros - Tengo que recordar.


Mi padre volvió a tragar saliva.


- ¿Tú....? ¿Te acuerdas de ella?


Negué con la cabeza. Nada sobre su cara o cómo tenía su brazo en mi hombro me era familiar. Diablos, mi propio rostro en la imagen era extraño para mí. 


- Pero todavía podría estar allí, dondequiera que sea. Ella podría estar herida o... - Di vuelta la foto y miré hacia arriba, encontrando sus ojos - Si recordara, podría encontrarla.


- Cariño, la policía registró la mayor parte del parque y no han encontrado nada.


- Talvez está en otro lugar. Nadie sabe si yo...fui allí. Esa es la primera cosa que recuerdo. Caminar - le dije - Tal vez caminé desde otro lugar.


- Ese es un buen punto, pero no te esfuerces - Sonrió mientras se levantaba, los guantes colgando de su mano - Y si no recuerdas, entonces no es tu culpa. ¿De acuerdo?


Asentí con aire ausente. Papá se fue después de eso. Subí los tramos de escaleras y puse la foto en mi escritorio. Entré al cuarto de baño y fui a girar el grifo, pero había olvidado que era uno de esos que se activaban con el movimiento. Rodando los ojos, agité mi mano bajo el grifo y el agua salió. Después de lavar mi cara, me examiné de nuevo. Había estado haciéndolo un montón, con la esperanza de que algo hiciera clic. Aún no lo había hecho.


Tomé varias respiraciones profundas y cerré los ojos. Parpadeé dos veces cuando los volví a abrir. La luz del baño estaba apagada. ¿Accidentalmente había hecho eso? No recordaba haber golpeado el interruptor en la pared. Retrocediendo, miré hacia mi dormitorio y tragué saliva.


Estaba bajo estrés, y el estrés podría obligarte a hacer cosas con aire ausente. Sonaba como una buena teoría, e iba a tomarla.


El corazón me latía con fuerza en el pecho; me dejé caer en la cama y me quedé mirando las estrellas de plástico que recubrían el techo. Anoche me enteré que brillaban.


Me gustaba.


¿Me gustaba antes o pensaba que eran estúpidas? No hubo respuesta. Nada tenía una respuesta. Me di la vuelta sobre un lado y puse mis piernas hacia arriba, metidas contra mi pecho. Cande. Su nombre me había perseguido como una extraña y triste melodía desde que los oficiales salieron de la habitación del hospital. ¿Podría estar por ahí, sin saber quién era, y en un hospital diferente? Nico había dicho que Cande y yo peleábamos mucho, pero eso era lo que nos hacía amigas...o al menos eso pensaba. Y sonaba como una verdadera tirana de todos modos, tan perra que incluso a Peter no le gustaba. Diablos, mi propio hermano parecía tenerme miedo.


Cerrando los ojos con fuerza, obligué a mi mente a quedarse en blanco. Lo que ni debería haber sido tan difícil, pero seguía viendo ese par de vibrantes ojos azules. Ridículo. Tomé una respiración profunda y calmante, y me imaginé la cara de Cande. Obviamente, ella fue la última persona con la que estuve. ¿Qué habíamos estado haciendo? ¿Viendo películas? ¿De fiesta? ¿Simplemente pasando el rato y hablando?


No estaba segura de cuánto tiempo me quedé allí mirando fijamente la delicada caja de música con una pequeña bailarina curvada hacia un lado, una pierna doblada en un ángulo de noventa grados. ¿Era una bailarina? De alguna manera, dudaba eso. Suspirando, me di la vuelta, empujando mi cara en la almohada.


Había algo arrugado debajo de ella.


Levantándola, tiré la almohada a un lado. A medio camino, escondido debajo de la manta, había un pedazo de papel amarillo doblado en un triángulo. Segura de que no había estado allí esta mañana, saqué el pedazo de papel y lentamente lo desplegué.


Mi respiración se detuvo y dejé caer la carta, volviendo a acurrucarme en la cama. Con el pulso acelerado, cerré los ojos, pero todavía podía ver las palabras.


No mires hacia atrás. No te gustará lo que encontrarás.



   

 

  







 


3 comentarios:

  1. Me gusto mucho tu novela, es interesante; tengo mucha intriga con saber que paso con Cande.

    Sube pronto el próximo capítulo por favor<3

    ResponderEliminar

Comenten, todas sus opiniones cuentan:3