No mirar hacia atrás: Capítulo 9
Capítulo 9:
En cada clase, tuve que esperar a que el maestro me dijera dónde sentarme. Una vez que todo el mundo salió del shock inicial al ver mi cara, hacían una pequeña charla conmigo. Haciendo preguntas como: "¿Cómo estás?", o diciendo cosas como: "Estoy tan feliz de que estés de vuelta.
Sólo la mitad de ellos parecían sinceros.
La escuela no resultó ser un problema. Me tomó un par de minutos averiguar dónde de dictaba cada clase, pero lo esencial no era algo que no pudiera entender. Mery estaba en mi clase de inglés y me arrastró al asiento a su lado. Inclinándose hasta el otro lado del pequeño pasillo, jaló la manga de mi suéter.
- ¿Te despertaste tarde esta mañana?
- No, ¿por qué?
Sus ojos vagaron sobre mí.
- Es sólo lo que estas vistiendo, no es realmente...
- Lindo - sugirió Paula, tirando su cabello sobre un hombro - Quiero decir, es genial para el fin de semana, pero sé que tienes ropa más linda en tu armario.
- La verdad es que deseamos totalmente tu armario - Mery soltó unas risitas mientras golpeaba sus uñas contra el escritorio - Está bien, también deseamos a Pablo.
- Oh, chica, no lo hacemos - Paula se abanicó las mejillas - Dijo que iba a pasar por tu casa ayer. ¿Fue?
- Sí, se pasó por ahí - Saqué el collar, mostrándoles - Me devolvió esto. Lo dejé en su casa.
Los labios de Mery se retorcieron antes de que pegara una enorme sonrisa en su rostro.
- ¿Fue duro? ¿Verlo cuando...no te acuerdas de él?
Asentí.
- Fue diferente, pero...nos enredamos.
Paula le echó un vistazo a Mery con una mirada llena de conocimiento.
- Apuesto a qué lo hicieron.
Mis cejas se alzaron.
- No de esa manera. Jesús, es algo así como un extraño para mí.
Mery no perdió un latido.
- Hablé con Agus esta mañana y me dijo que Pablo parecía bastante contento después de verte. Es una buena noticia, ¿no?
- Sí, sobre...Agus, ¿cómo lo está haciendo?
Igual que un interruptor siendo accionado, las caras de las chicas quedaron en blanco.
- ¿Qué quieres decir? - preguntó Mery.
- Él salía con Cande, ¿cierto? ¿Lo está haciendo bien?
Dos asientos adelante, un chico con el pelo negro resopló y se dio la vuelta. Su rostro era horrorosamente pálido. Tenía delineador grueso y negro alrededor de sus rasgados ojos.
- Agus lo está haciendo genial. Prácticamente tenía su lengua en la garganta de ella en el aula - Señaló a Paula con su uña pintada de negro - Debe ser su mecanismo de defensa.
Las mejillas de Paula se volvieron rojas, pero Mery se inclinó hacia adelante. Su pecho casi se salió de su suéter escotado. No tuvo ningún efecto en el Chico Gótico.
- Mira, Pham o Long Duck, como sea que te llames, date la vuelta. Esta conversación no te concierne. Y tal vez estás celoso - Sus ojos se hallaban fijos en él, como un conjunto de láseres para destruir - Tal vez deseas tener la lengua de Agus en tu garganta.
- Mery - dije sin aliento, avergonzada por el chico y ella.
Sin decir más, el chico giró en el asiento. Su nuca se volvió rojo sangre. Me giré hacia Mery, pero ella le sonreía a Paula.
- No es mi culpa que él quiera ser yo - dijo guiñando un ojo.
Paula soltó unas risitas.
La ira me llenó, pero apareció el maestro y empezó la clase. Podría no saber quién era, pero sabía que lo que Mery hizo no era correcto. Cuando sonó la campana, agarré mis pertenencias y salí de la sala haciendo caso omiso de los intentos de Mery y de Paula para llamar mi atención.
Alcancé al chico y le agarré el brazo.
- Mira, lo siento mucho por eso.
El Chico Gótico era un poco más alto que yo, y tuvo que inclinar la cabeza hacia adelante para mirarme a los ojos. Incluso entonces, apenas podía verlos a través de su cabello teñido.
- ¿Perdón?
- Dije que lo sentía por la forma en que actuaron. No estuvo bien.
Sus redondas mejillas se volvieron rojas mientras apartaba su brazo.
- ¿En serio? - se rió. Algunas personas nos pasaron. Otros se detuvieron y nos miraron fijamente, con la boca abierta - Esto no tiene precio. La perra reina se está disculpando por sus perras bebés. Lo que sea. No me hables.
Me dejó parada en medio del pasillo, boquiabierta. Una risita aguda cortó a través de la bruma. Un escalofrío de conciencia susurró su camino por mi columna vertebral. Me volví hacia la derecha, la fuente de sonido bloqueado por un coro de cuerpo moviéndose.
Atrapé un vistazo de un vestido rojo satinado, pantis negras y pelo castaño. Mi corazón traqueteó en mi pecho. Una risa burlona me puso los pelos de punta en los brazos.
Entonces la vi. De pie al lado de la fuente de agua, sus labios carnosos pintados para que coincidieran con su vestido, no el mismo vestido que llevaba en la foto que yo tenía. Algo, algo está mal con el vestido.
Di un paso adelante, justo en el camino de un voluptuoso chico. Se echó a reír, agarrando mis hombros antes de que cayera hacia atrás.
- Cuidado, Lali. No queremos enviarte de vuelta al hospital.
- Lo siento - murmuré, caminando a su alrededor
El espacio junto a la fuente se encontraba vacío.
Pasé una mano por mi frente y a través de mi cabello, me di la vuelta y me apresuré hacia mi clase de biología. Caminando hacia una mesa en el fondo, me senté y empecé a hurgar en mi bolso mientras mi aliento salía en cortos jadeos.
¿Realmente vi a Cande? La visión no era nada parecida a las demás. Con las manos temblorosas, puse mi cuaderno en la mesa y rebusqué por un lápiz. Cerré los ojos por unos segundos, controlando mi respiración, y entonces los abrí.
Un pedazo de papel doblado en forma de triángulo yacía justo en frente de mi bolso abierto. Podría haber estado dentro y caído o...
Eché un rápido vistazo a mi alrededor, pero no había nadie cerca.
Una parte de mi no quería leerlo, ni siquiera quería empezar a averiguar cómo se coló en mi bolso o si cayó del cielo. Hubo posibilidades, oportunidades durante las tres primeras clases. Alguien podría haberlo metido allí. Inhalando una respiración superficial, desplegué la hoja de papel.
Había sangre en las rocas. Su sangre. Tú sangre.
Me quedé mirando las palabras hasta que se difuminaron sobre el papel amarillo. ¿Había sangre de Cande en las rocas? ¿Y también mi sangre? Oleadas de náuseas me recorrieron.
- ¿Qué estás mirando? - Saltando ante la inesperada voz, estampé una mano sobre la nota y levanté la mirada. Un par de brillante ojos azules, del color de zafiros pulidos, se hallaban fijos en los míos. Peter se deslizó en el asiento junto a mí.
- ¿Por qué estás sentado aquí? - le pregunté, doblando con rapidez el papel.
Arqueó una ceja.
- Me siento aquí.
Metí la nota en mi bolso.
- ¿En verdad?
- Sí, soy tu compañero de laboratorio. Lo he sido todo el año, La - Peter apoyó el codo en la mesa y recargó su mejilla en su puño cerrado - Entonces, ¿qué estás haciendo?
- Estoy...no puedo encontrar mi lápiz.
Me ofreció el suyo.
- ¿Qué hay de ti?
Uno de sus labios se curvó hacia arriba.
- Tengo muchos, muchos más. Tengo un fetiche por los lápices. No puedo dejar de coleccionarlos.
No sabía si bromeaba, pero me sonrió y tomé el lápiz. Nuestros dedos se rozaron y una sacudida subió por mi mano. Levanté mi mirada, mis ojos encontrando los suyos. Él todavía sostenía el lápiz, pero su mirada era cautelosa.
- ¿Gracias? - dije, tirando con suavidad.
Peter lo soltó.
- ¿Cómo va tu primer día de regreso?
Me reí entre dientes.
- Ha sido genial.
- ¿Te importaría explicarlo un poco más?
- Estoy un poco sorprendida por tu curiosidad.
Me observó por un momento y luego se echó hacia atrás, cruzando los brazos sobre su pecho ancho.
- Bueno, sólo trataba de ser amable y hacer una pequeña charla. Por lo general, sólo nos miramos e intercambiamos insultos. Podríamos volver a eso si quisieras.
- No - mi voz sonó triste - No quiero eso.
Peter trató de ocultar un destello de sorpresa con una breve carcajada, pero lo vi.
- Oh, bueno...
Remolinos de emociones salieron a la superficie; dolor, enojo, confusión.
- Lo siento por haber sido tan perra contigo desde...bueno, desde siempre. De verdad lo siento. Pero, ¿podemos volver a empezar?
Se me quedó mirando, con los ojos muy abiertos y dilatados. Su expresión era ilegible.
Sacudiendo la cabeza, enfrenté la parte delantera de la clase. ¿Por qué siquiera me molestaba? No era como si una simple disculpa fuera a reparar años de mí siendo mala. Y viniendo a mi rescate esta mañana en la cafetería no constituía a Peter agitando una bandera blanca de la amistad.
- Supongo que no.
- La...
- Sólo olvídalo - susurré. Abrí el cuaderno y traté de leer las notas de biología que no recordaba haber tomado cuando vi a Paula en frente de la clase.
También me vio, su mirada lanzando dardos entre Peter y yo. Cuando atrapó mis ojos, sus cejas se levantaron. Me encogí de hombros y volví a leer las notas es las que obviamente no había puesto mucho esfuerzo. No miré en dirección de Peter durante toda la clase, pero su presencia era abrumadora de todas formas. Cada parte de mi cuerpo era consiente de sus movimientos. Cuando garabateaba notas, cuando se pasaba la mano por el pecho o cuando flexionaba su muñeca. Mis nervios colgaban de un hilo para el momento que sonó la campana. Salí disparada del salón como un animal miedoso y enjaulado.
El almuerzo no fue muy diferente.
Tuve que atravesar la fila sola y nada parecía comestible. Tomé un pedazo de pizza y una botella de agua, y busqué donde sentarme. Mery se hallaba en la parte de atrás, agitando una mano como un controlador de tráfico aéreo. Acostumbrada a las miradas, me dirigí en esa dirección.
- Escuché que no se acuerda de nada - susurró una chica - Que tuvieron que decirle cómo se llamaba. ¿Qué tan loco es eso?
- Bueno, ciertamente se olvidó de quién era amiga - respondió otra, mucho más fuerte - La vi hablando con Louis en el pasillo. El infierno se congeló.
Pasando por otra mesa, escuché a un tipo decir:
- No estoy seguro de cuál quería que regresara. Ambas tienen el más apretado...
Me apuré, sin querer escuchar el resto. Pasé a mi hermano, que estaba sentado al lado de una bonita rubia. No parecieron fijarse en mí, ya que tenían sus bocas unidas entre sí.
Sentándome al lado de Mery, obligué a mis músculos a relajarse. Las chicas hablaban de lo que sucedió en un programa de televisión que vieron anoche, por lo que fui capaz de comer la mitad de mi pizza en silencio. Unos segundos más tarde, un chico con el pelo corto y claro y una estructura súper musculosa se unió a nosotras. Se sentó junto a Paula.
- Agus - Me tendió la mano, sonriendo. Tenía un ligero acento...¿británico? - Encantado de conocerte.
Mery le golpeó la mano.
- No seas estúpido.
- ¿Qué? - me guiñó un ojo - Pablo me dijo que no se acuerda de nada. Pensé en presentarme.
- Mariana - Le tendí una mano, siguiéndole la corriente. Se rió, estrechó mi mano y se acomodó, pasando un brazo sobre el respaldo de la silla de Paula.
- Maldita sea, ¿realmente no recuerdas nada?
Demonios, en verdad comenzaba a cansarme de la gente preguntando si realmente no recordaba nada.
- Ni una cosa.
Sus ojos se estrecharon.
- ¿Así que no tienes idea de lo que le pasó a Cande?
El silencio se cernió en la mesa como una manta gruesa. Una bola de inquietud del tamaño de mi puño se formó en mis costillas cuando encontré la mirada de Agus.
- No, ¿y tú?
- No - Agus se echó a reír - No la había visto en todo ese fin de semana. Rompimos.
Mery se aclaró la garganta.
- Chicos, ¿podemos hablar de otra cosa? Esto me asusta.
La ignoró.
- ¿Le has preguntado a Pablo si él la vio ese fin de semana?
La bola se hizo más grande, más pesada. ¿Le pregunté a Pablo? No lo creo, no con tantas palabras.
- No mencionó haberla visto.
La mirada inocente de Agus no me engañó.
- Deberías preguntarle de nuevo. Sólo digo.
- ¿Qué significa eso? - exigí
- No significa nada - dijo Mery, empujando un pedazo de lechuga alrededor de su plato. - A Agus le faltan algunas neuronas. De todos modos, Rochi y yo planeábamos ir a Filadelfia este fin de semana para conseguir vestidos nuevos para la fiesta que dará Pablo después del baile.
Rochi era la rubia, de ojos claros, la más callada del montón. Me sonrió.
- ¿Pablo va a hacer una fiesta? - pregunté.
Negó con la cabeza y luego se echó a reír.
- Oh, sí, qué estúpida soy. Da una fiesta cada año. Todo el mundo va. Hasta las personas que no deberían estar allí. van, pero es que no hay forma de controlar a la población.
- Sí, por ejemplo, si ella se presentara, vamos a tener que esconder la comida - dijo Paula, con una sonrisa - Y cerrar con candado la nevera.
Sus palabras fueron tan fuertes que no tuve que adivinar de quién hablaba. La chica se encontraba sentada en una mesa frente a nosotros. Tenía su cabello rizado recogido y su nuca se volvió roja como un tomate.
- Oink. Oink - dijo Mery con el ceño fruncido.
Me quedé mirándolas.
- Esa chica ni siquiera es grande - dije en voz baja. No era tan delgada como Mery o Paula, pero demonios, personas del tercer mundo eran más pesadas.
Paula miró por encima del hombro y bufó.
- ¿Qué es ella? ¿Talla diez?
Mi boca se abrió.
- Vaya. Están bromeando, ¿verdad?
Agus se inclinó aún más, la diversión chorreando de sus poros. La mesa de las chicas me miraba fijamente, como si me hubiera desnudado y hecho un pequeño baile. Agarré la botella, con ganas de arrojarla a sus cabezas.
- Dios, eso fue grosero en muchos niveles.
Mery sacudió la cabeza hacia atrás.
- Está bien, ¿en serio acabas de decir eso?
- ¿Y? - dije
Se mordió el labio inferior mientras examinaba la cafetería.
- Bueno. ¿Ves a esa chica? - Señaló a una chica bonita de piel color café con unas botas patea traseros - El miércoles pasado, la llamaste - bajó la voz - perra gorda. Así que no tienes derecho a criticar.
Mi mandíbula cayó al suelo.
- Yo...yo nunca diría eso.
Rochi asintió lentamente, con los ojos fijos en su plato.
- Lo hiciste.
- Y una semana antes de eso, le ofreciste una ensalada a una chica y le sugeriste comerla en lugar de la pizza - Agus se echó a reír - En verdad pensé que ibas a conseguir que te patearan el culo.
Una horrible sensación se apoderó de mí mientras miraba a mis amigos, teniendo la misma combinación de verguenza y confusión que sentí cuando trate de disculparme con el chico en el pasillo. No podía decidir que era peor: el que hubiera dicho y hecho una cosa así o que todos mis amigos parecieran estar bien con eso. Disgustada con ellos y conmigo misma, agarré mi bandeja y me levanté.
- Los veo más tarde.
La boca de Mery se abrió de golpe.
- ¡Lali!
La ignoré, parpadeando furiosamente para contener las lágrimas. Más que nada, quería alejarme de mí misma, de cualquier recordatorio de quién solía ser. Y sabía exactamente dónde sentarme.
Me detuve frente a la mesa de mi hermano, mis ojos fijos en él.
- ¿Puedo sentarme aquí?
Pareció sorprendido, pero asintió.
- Claro. Toma asiento.
Con las mejillas ardiendo y un sollozo atrapado en la garganta, me senté. Varios minutos pasaron antes de darme cuenta de que Peter estaba en la mesa y me miraba con los ojos entrecerrados. Cuando levanté la vista, mis ojos se encontraron con los de la chica sentada al lado de mi hermano.
En un instante, supe quién era. La chica de la que tuve un breve recuerdo, la que usaba una gorra blanca y roja. La emoción corrió a través de mi cuando me di cuenta de que conocía a alguien.
- ¡Eres Eugenia!
Le echó un vistazo a mi hermano y luego se volvió, parpadeando rápidamente. Nico bajó el tenedor.
- ¿La recuerdas, La? - preguntó
Asentí con entusiasmo, así como el perro que vi en un comercial el día anterior.
- Sí. Quiero decir, me acuerdo de una versión más joven de ella. Llevabas una gorra roja, no pude encontrar una foto de ti en mi pared, pero creo que solíamos ser amigas - Miré a Nico, que me miraba con los ojos muy abiertos. De hecho, la mitad de la mesa me miraba boquiabierto. Mis mejillas se sonrojaron mientras me callaba.
Euge se aclaró la garganta.
- Solía usar una gorra muy grande cuando era más pequeña. Era de mi madre. Nosotras, tú y yo, pensábamos que era lo más genial, pero eso fue hace mucho tiempo.
Antes de que me volviera una perra. Me metí un pedazo de pizza en la boca.
Peter negó con la cabeza.
- Tienes razón, Nico. Esto es realmente extraño.
Apreté los labios y miré a mi alrededor en la cafetería atestada. No voy a llorar. No voy a llorar. El nudo subió hasta estar casi en mi boca, pegado alrededor de la pizza. Pablo pasó tranquilamente por las puertas dobles, charlando con un chico en un polo verde neón.
Una camisa horrible.
La mirada de Pablo flotó sobre mí y luego volvió rápidamente. Sus ojos como platos. La expresión en su rostro era casi cómica. Le dijo algo a su amigo y luego se dirigió hacia mi.
- Genial - murmuró Peter, colocando la tapa en su bebida - Puedo tolerarla sentada aquí, pero no a Pablo El imbécil.
Mi risa burbujeó antes de que pudiera detenerla y comencé a girarme hacia Peter cuando algo rojo captó mi atención.
Al mismo tiempo, todo se paralizó alrededor de mí. Un segundo después, el comedor se desmoronó, desconchándose en pedazos de cenizas y piedras rotas. Los sonidos de la gente hablando, riendo y comiendo desaparecieron. Una película se apoderó de mis ojos, decolorando todo a un gris sin vida, a excepción de un sólo color.
Rojo.
El único color en toda la habitación era el rojo del vestido rasgado que colgaba de su cuerpo.
Cande permanecía parada al final de nuestra mesa.
Aquí está el capi jaja, demoré en subirlo:3 Bueno Mimi, tu querías saber sklfh
Viste esos desodorantes en aerosol que usan los hombres? (? Bueno, un compañero llevó uno y con otros amigos se lo echamos a una mesa y le prendimos fuego con fósforos kshf no se quemó nada si, ni siquiera la mesa:3 Era emocionante jaja
No fue nada tan malo, pero la escuela no pensó lo mismo:(
yo soy profesora llegas a hacer algo así y te hecho del colegio! Ja se podrían haber lastima Che! Besos
ResponderEliminarNo fue algo asi como wow peligroso jskjd 😂😂 Se prendia la mesa y se apagaba al tiro, una vez lo hicieron en la estufa, en esa no participe, esa vez si fue peligroso porque la llama salia para afuera😱
Eliminarque bárbaro pongan a jugar al dominó que no es tan peligroso JajajaJajajaJa besos. subí otroo
Eliminartiene visiones de cande =O más!
ResponderEliminarHola me gusta tu nove y me gustaria que te pasaras por la mia y me recomendaras si queres...
ResponderEliminarhttp://amordeinfancianovelalaliter.blogspot.com/