No mirar hacia atrás: Capítulo 10
Capítulo 10:
Me miraba fijamente, con los ojos entrecerrados y los puños tensos a sus costados. Su cabello estaba desordenado, más oscuro en la cima de su cabeza, fijado allí. Una mancha negra se hallaba sobre el inicio de su pelo, goteando a lo largo de su rostro como un río macabro e insidioso.
- Te crees tan perfecta - dijo, con la voz falta de vida mientras la sangre corría hasta sus ojos sin pestañar - ¡Pues no lo eres! ¡No tienes ni idea! Tu vida está echa un desastre, y no tienes ni idea.
Me eché hacia atrás.
- ¿Cande?
Una cálida mano se envolvió alrededor de la mía, y Cande de desvaneció.
Aturdida, encontré la mirada preocupada de Nico.
- ¿Qué dijiste? - preguntó.
- No viste...
- ¿Vi qué? - El agarre de Nico se hizo más fuerte.
- Nada - Aparté mi mano, con el corazón acelerado.
- Dijiste el nombre de Cande - dijo Euge, pálida y visiblemente afectada.
- Dios, La, luces como si hubieses visto un fantasma.
Comenzaba a pensar que así era. O era certificable. Todos me miraban fijamente. Los ojos de Peter se encontraban abiertos y dilatados de nuevo. No había aire suficiente entrando en mis pulmones. Se contraían dolorosamente. Con las piernas temblorosas, me levanté y tomé mi bolso.
- Tengo que irme - dije en tono áspero.
- La - Nico se levantó.
Me alejé rápidamente de la mesa. Un confundido Pablo me alcanzó, pero lo esquivé. Afuera en el pasillo, comencé a correr y no me detuve al abrir las puertas que daban hacia afuera. Mis pies saltaban sobre el concreto y luego el asfalto. Alcancé el auto de mi hermano, caí junto a él y atraje mis piernas hasta mi pecho, tomando aire en sorbos dolorosos.
Ahora entendía lo que todos me advertían, todo era demasiado.
Mamá me recogió temprano de la escuela. El camino a casa fue tenso, y tenía la impresión de que quería decirme algo, pero no sabía qué. Y honestamente, ¿qué podría decir? Algo como esto no podría arreglarse con algunas palabras.
- Cariño - dijo cuando aparcamos en la entrada - Hay un doctor que tu padre conoce...
- ¿Qué tipo de doctor? - Me giré hacia ella, apretando mi bolso.
Hizo una mueca al apagar el motor.
- Es un psicólogo.
La ira y la verguenza se abrieron paso en mi interior. Nunca debí haberle dicho lo que sucedió por teléfono.
- No estoy loca.
- Cariño, no estoy diciendo que estés...loca - Me miró, con una sonrisa triste - Pero dijiste que viste a Candela en la cafetería y...
- Eso no significa que tenga que ver un terapeuta. Ya hiciste que fuera a ver al consejero de la escuela - Salí del auto, azotando la puerta - No quiero ver un terapeuta.
- Puede que no tengas opción - dijo en voz baja
Me giré, y mis siguientes palabras provinieron de un lugar escondido dentro de mí.
- ¿Qué pensarían tus amigos, mamá? ¿Sobre que tengas una hija que tiene que ver a un terapeuta?
Mamá palideció.
- Lo mismo que pensaron cuando mi hija se emborrachó y estrelló un auto recién comprado contra un árbol. ¡O cuando mi hija estaba en esas fotos que todo el mundo vió! O cuando...
- Espera. ¿Qué fotos?
Me lanzó una mirada mordaz, una que decía que no se degradaría al repetir lo que había en esas fotos.
- ¿Qué fotos? - grité
Mamá no respondió.
En el momento en que entramos a la casa, caminó directo hasta el gaviete de los licores y se sirvió bourbon. Lo bebió en un solo trago y luego se sirvió otro.
- Cariño, quiero que mejores. No por lo que mis amigos piensen, sino porque eres mi hija. Ir a un terapeuta no...
- No - la interrumpí - No voy a ir a un terapeuta.
Apartó la mirada, tomando un gran sorbo del bourbon. Me fui de allí, sin tener nada más que decir.
Pasé el siguiente par de horas dentro de mi habitación, caminando de un lado a otro. De vez en cuando, me detenía y miraba la caja de música, luego la fotografía de Cande. Cuando escuché la puerta del garaje abrirse, entré en pánico. No quería estar en la misma casa con la mujer a la que obligaba a beber ni con el hermano que seguramente pensaba que estaba loca. Saliendo por la puerta trasera, comencé a caminar lejos de la piscina y el pequeño bungaló rodeado de árboles. Un hombre se encontraba trabajando en ellos, llevando gruesas ramas hacia la parte trasera de una camioneta. Su piel oscura brillaba de sudor.
Ni siquiera levantó la mirada. Era invisible para él, y me gustaba eso.
Caminando hacia el borde de la propiedad, escalé por encima de la pared de cemento que rodeaba el patio. Había un camino trazado entre la grama y el suelo rocoso, dividido entre los árboles. Más adelante había una casa de árbol construida encima de un enorme maple.
Me detuve debajo, preguntándome si mi subconsciente me llevó hasta allí. Tenía que haber una razón del por qué encontré esto.
La casita no tenía nada especial. Era más como una cabaña encima de un árbol, con un costado abierto que permitía la vista hacia los alrededores. Me tomó varios intentos llegar hasta la parte principal. Desde allí, gateé por entre una pequeña entrada que daba a un espacio lo suficientemente grande como para que me mantuviese acostada, pero no para estar de pie. En serio esperaba que la madera no estuviese podrida.
Una brisa fresca levantó algunos mechones de mi cabello, lanzándolos a lo largo de mi rostro. Temblé y me acurruqué en mi suéter.
No estoy loca.
¿La sra Messer no dijo que los recuerdos podrían regresar en forma de imágenes dislocadas? ¿Imágenes que me gritaban - qué sangraban? Un pensamiento horrible me golpeó. ¿Qué si la imagen de Cande sangrando fue una recolección de algo que vi esa noche? Pero, ¿por qué me gritaría esas cosas? No tenía respuesta ante eso, ya que no sabía como era mi vida antes del miércoles. Y luego estaban las dos notas. La última hablaba de sangre...Luego vi a Cande sangrando. Sabía que las notas no eran imaginarias. Nico leyó una. Alguien tuvo que haberlas puesto allí. ¿Para asustarme? ¿Para advertirme?
¿Qué fotos?
Rodeada de pájaros cantando y el zas arrastrado de las ramas desnudas frotándose unas con otras, me di cuenta de otra cosa horrorosa. Extrañando o no a mi mejor amiga, no quería que ninguna otra parte de mi vida anterior regresara. No quería recordar las terribles cosas que dije o hice, pero suponía que no importaba. Incluso si no pudiese recordar quién era, todos los demás nunca lo olvidarían. Sin importar cuánto quisiera ignorar la persona que solía ser, no podía escapar de un pasado que no recordaba.
Debí haber estado tan perdida en mis pensamientos que no me di cuenta que alguien se había unido a mi pequeña cabaña hasta que escuché la madera roer y gruñir detrás de mí.
Mi corazón saltó hasta mi garganta, luego se saltó un latido cuando me giré y lo vi sentado junto a mí.
- ¿Peter?
- Sabes, pudiste haber escogido un lugar más cómodo para pasar el rato. Dudo que esto sea completamente seguro.
Varios momentos pasaron antes de poder encontrar la habilidad de decir algo además de su nombre.
- No tenía intenciones de estar aquí tanto tiempo.
- Me di cuenta - Ladeó la cabeza, con los ojos sombreados.
Me froté los ojos, luchando contra un bostezo.
- ¿Qué hora es?
- Casi las nueve y media - Hizo una pausa - Todos te están buscando. Tus padres...Nico y Pablo. Te están buscando por toda la ciudad.
- ¿Y tú me encontraste?
Peter se rió. El sonido era lindo, profundo y cálido. Tenía la impresión de que no solía escucharlo reír a menudo.
- Lo sé. Sorprendente, ¿eh? Casi me sorprendió que estuvieses en la casa del árbol. A nadie se le habría ocurrido buscar aquí. Y en verdad fue un esfuerzo de último minuto de mi parte.
La calidez entró a mi cuerpo mientras miraba su rostro a mitad de las sombras. Nuestras miradas se encontraron, y la embriagadora fuente de calor se expandió hasta abajo.
- ¿Por qué me buscabas? Ni siquiera te ca...
- ¿Caigo bien? - ofreció sonriendo.
- Me odias.
Sus cejas se levantaron.
- No te odio. Nunca te he odiado. Simplemente eras...muy difícil de soportar a veces - Se giró de nuevo hacia la oscuridad de la noche, soltando un suspiro - ¿Por qué viniste aquí? ¿Recordaste este lugar?
Retorcí mis dedos helados, alegre de que al menos nunca me hubiera odiado. Probablemente eran las mejores noticias que escuché en todo el día.
- No lo sé. No lo recuerdo, pero terminé aquí de todas maneras.
- Los tres solíamos jugar aquí cuando éramos pequeños - explicó - Y cuando te metías en problemas por no asistir a tus clases de piano y baile, te escondías aquí. Sin embargo, apuesto que no has puesto un pie en esta casita desde que tenías once.
¿Clases de piano y baile? Eso explicaba la caja de música, pero eso no era lo importante. Pensé en el café de esta mañana.
- Sabes mucho de mí.
- Crecimos juntos - Estuvo en silencio por un momento - Pasaste mucho tiempo aquí. Nico solía tambalearte del borde.
Me reí.
- Eso suena divertido.
Peter me codeó con su brazo.
- Te encantaba. Tenías una afición por volar. Una vez saltaste de aquí. Tu hermano interrumpió tu caída. Y se rompió el brazo.
Mis labios se abrieron mientras estiraba las piernas, meneando los dedos dentro de mis zapatillas.
- ¿Se enojó conmigo?
- No - Peter se rió - Temía que te fueras a romper el cuello. Ni siquiera dejes que te cuente las cosas que solías hacer encima del cobertizo de la piscina. Como dije, te gustaba volar y eras jodidamente temeraria. De hecho, como que aún lo eres. Nico me estaba contando que fuiste a saltar en bungee hace unas semanas, y aparentemente, Pablo casi se hizo pis encima.
En vez de reírme, sentí algo pesado contra mi pecho. Crucé mis piernas. El cielo se encontraba oscuro, lleno de nubes. Sin estrellas, sólo un entrever de la luna.
Peter se sentó, sus hombros recostados contra mi espalda.
- ¿Qué pasa?
Miré por encima de mi hombro, encontrando nuestros rostros a sólo centímetros de distancia. Una loca curiosidad me golpeó de repente. Quería saber si sus labios eran tan suaves como lucían. Apostaba a que eran firmes, sensuales. Sin hacerle caso a mi deseo, bajé la mirada. Que no me odiara no significaba que quisiera besarme.
- Le pregunté a Pablo cómo era.
- ¿Y? - Su aliento era cálido, tentando mi mejilla.
- Y todo lo que pudo decirme era que me gusta ir de compras y de fiesta - suspiré - Pero luego de diez minutos contigo, ahora sé que soy algo así como una adicta a la adrenalina. Eso es mejor que ser la chica fiestera, ¿cierto?
Se inclinó hacia atrás, poniendo algo de distancia entre nosotros.
- Eres más que una fiestera, La. Eres inteligente...increíblemente inteligente. No podría pasar biología si no fueras mi compañera. Y no puedo fallar si quiero esa beca, pero de todas maneras, también eres fuerte. Es decir, vamos, ¿cuántas personas con una pérdida total de memoria volverían a sus vidas así? Eres tenaz.
Me sonrojé.
- ¿Tenaz?
- Sí, es mi palabra del día.
Girado, le sonreí.
- ¿Tu beca? ¿A dónde quieres ir?
- Penn State - respondió - Si puedo mantener mis calificaciones, voy a conseguir una beca completa.
- Eso es impresionante.
Peter me miró, luego se echó a reír y sacudió la cabeza.
- Estás pensando en ir a Yale. Eso es bastante impresionante.
Mi sonrisa se desvaneció.
- ¿Y si ahora no quiero ir a Yale?
Se rió de nuevo.
- Tus padres enloquecerían, La. Y de verdad, esa es una oportunidad a la que no debes renunciar porque las cosas...sean diferentes ahora.
Puse los pies debajo de mí y me senté. Tenía razón, pero me pregunté si Yale alguna vez fue mi sueño o más del patrimonio de mis padres.
- ¿Todavía vienes a la casa del árbol?
- Sí, es un buen lugar para escapar y pensar.
- Tal vez por eso he venido aquí - Me encogí de hombros.
- ¿Puedo hacerte una pregunta? - dijo. Cuando levanté la mirada, se encontraba cerca de nuevo. Asentí, y extendió la mano, capturando un mechón de pelo que el viento llevó hasta mi cara, y lo volvió a meter detrás de la oreja. Su mano se demoró quizás un segundo, pero lo sentí en cada célula de mi cuerpo. - ¿Qué pasó en el almuerzo?
Con el hechizo roto, me trasladé a la orilla del mirador.
- Nada.
Peter se deslizó hacia adelante, y no me dejó ningún lugar a donde ir.
- Algo pasó.
No había manera de que fuera a decirle lo que vi. Que mi madre pensara que era una loca era una cosa, ¿pero un chico increíblemente sexy? Si, no va a suceder. Negué con la cabeza.
- No pasó nada. Estaba...cansada.
Pareció dudar.
- Sólo estoy tratando de ayudarte, La.
Estaba a punto de decirle que no necesitaba su ayuda, pero entonces tuve una idea. Y una vez que me poseyó, no me dejó ir.
- ¿De verdad quieres ayudarme?
- No me ofrecería si no fuera así.
- Está bien - Tomé una respiración profunda - ¿Sabes dónde vive Cande?
- Si - dijo - ¿Por qué?
- Creo que ver sus cosas podría ayudarme a recordar - Era una propuesta arriesgada, pero era algo - ¿Puedes llevarme allí?
Peter me miró durante un momento largo y luego asintió.
- Sí, puedo. ¿El próximo sábado, si puedes esperar tanto tiempo? Tengo práctica casi todos los días hasta entonces.
No quería esperar tanto tiempo, pero tampoco quería pedírselo a alguien más.
- Puedo esperar.
Cuando regresé a casa, mamá y papá me regañaron, y me sentí mal. Teniendo en cuenta que me fui por cuatro días, lo último que debería haber hecho era desaparecer sin ninguna advertencia. Me disculpé y era en serio.
Papá parecía tan sorprendido que me preocupaba que fuera a tener un ataque al corazón. Tenía varias llamadas perdidas y mensajes de mis amigos y Pablo. Le envié un mensaje a todos, diciéndoles que estaba bien. Cuando Pablo respondió con una llamada telefónica, me sentí muy mal por escaparme. La preocupación empañada en su voz me dio una punzada al corazón.
- Quiero ir a tu casa - dijo, y pude oír una puerta cerrarse tras de él - Tengo que verte.
Me dejé caer en el borde de mi cama, mirando fijamente a la caja de música.
- No sé si es una buena idea. Mis padres están enojados.
Un profundo suspiro llegó a través del teléfono.
- Pero tus padres me aman.
- En estos momentos no estoy segura de que me amen a mí - Me mordí el labio - ¿Puedes venir mañana después de la escuela?
- Sí, por supuesto - Hubo una pausa, y luego el sonido de una lata al abrirse - ¿Qué pasó hoy en el almuerzo? Mery dijo que te comportarse muy extraño, y luego te levantaste y sentaste con tu hermano. Unos minutos más tarde, saliste corriendo de allí sin decir nada.
- Estaba cansada - Me dejé caer sobre mi espalda. Las estrellas brillaban - ¿Mis amigos me odian ahora?
- No - Pablo se rió - No seas estúpida, Lali. Saben que estás pasando por mucho.
¿No seas estúpida? Fruncí el ceño.
- Y volverás a ser la de antes en cualquier momento. Lo entienden - dijo. Otra puerta se cerró - Mira, tengo que salir. Nos vemos mañana en la escuela.
- Oye, espera un segundo - Me senté y balanceé las piernas fuera de la cama - Mamá dijo algo hoy sobre unas fotos mías. ¿Sabes de qué hablaba?
Estuvo callado por tanto tiempo que pensé que colgó.
- ¿Quién sabe? Probablemente no llevabas nada de maquillaje o algo así. Conoces a tu madre.
En realidad no, pero parecía propio de ella. Lo dejé pasar después de eso, y a pesar de que era tarde, abrí mi ordenador e intenté de nuevo acceder a mi correo electrónico. Tenía que haber cosas personales allí. Algo que pudiera ayudarme a recordar. La Sra Messer dijo que habría detonantes. Necesitaba un detonante.
Pero no podía responder a la maldita pregunta de verificación personal. ¿Quién es tu amigo de la infancia? Ya escribí Cande. No funcionó. Mery. Nop. Rochi. De ninguna manera. Entonces intenté Euge y todavía no podía entrar. Frustada, me levanté y me fui a la puerta de la habitación de mi hermano. Llamé a la puerta. Los resortes de la cama rechinaron, seguido por el sonido de la ropa siendo arrastrada rápidamente. Oh, no...intenté dar un paso atrás de la puerta, pero ésta se abrió.
Nico tiraba de su camiseta por su vientre plano. Por encima de su hombro, Euge se encontraba sentada en su cama con un libro en su regazo. El libro se hallaba al revés, y me sonrió. Él se aclaró la garganta, con la mejillas sonrojadas.
- ¿Estás bien, La?
- Eh, sí - Miré el cartel de los Phillies por encima de su cama - Me preguntaba si podrías responderme una pregunta.
Euge levantó la mirada con una expresión curiosa en su bonita cara. Le sonreí, y respondió con una sonrisa vacilante.
- Por supuesto - Nico se inclinó contra el marco de la puerta, cruzando los brazos - Soy una fuente de conocimiento. Pregunta lo que quieras.
Me sentía muy estúpida por preguntar esto.
- ¿Quién era mi amigo de la infancia? - Nico se quedó mirándome. Mis mejillas ardían - Estoy tratando de cambiar mi contraseña para poder revisar mi correo electrónico.
- Oh, eso tiene sentido. Intenta con Peter.
La sorpresa me inmovilizó.
- ¿Peter?
Nico asintió.
- Ustedes eran más unidos de lo que él y yo lo fuimos al crecer. Sería mi mejor opción.
¿Peter era mi mejor amigo de la infancia? No lo podía creer, dada la animosidad inicial que mostró hacia mi.
- ¿Por qué ya no somos amigos?
- Cande y Pablo - contestó Euge, cerrando el libro de texto en su regazo - Empezaste a salir más con ellos, y, entonces, tus viejos amigos ya no estaban a la altura.
- ¿Incluyéndote a ti? - le pregunté, recordando lo que Nico dijo.
- Oh, Dios - murmuró Nico, frotándose la palma de la mano por la cara - La, después de lo de hoy, tal vez deberías...
- ¿Debería hacer qué?
Euge dejó el libro a un lado.
- Fuimos amigas hasta el comienzo del tercer año.
- ¿Qué pasó entonces?
Vaciló.
- Yo quería empezar a salir con tu hermano, y me dijiste que no podíamos ser amigas si lo hacía. Y lo pusiste a prueba. No bromeabas.
Vaya. Seriamente empezaba a creer que era el Anticristo.
- Lo siento - le dije
Entonces me di la vuelta y caminé rápidamente por el pasillo. Llegué a mitad de camino antes de escuchar la voz de Euge.
- La, espera un segundo - Me volví hacia la chica más alta y me preparé. Lo que fuera que iba a decirme era algo que sin duda merecía. Se detuvo frente a mí, pasando sus manos sobre el cinturón de pedrería alrededor de sus caderas - Hoy quería hablar contigo, pero...
Me sorprendió que no me estuviera maldiciendo sin parar y sentí los músculos de mi espalda relajarse un poco.
- Pero salí corriendo como un bicho raro.
- Yo no diría como un bicho raro - Me dio una sonrisa vacilante - ¿Estás bien?
Hubo un momento en que quise contarle todo lo que había estado viendo, porque había una parte de mí que reconoció a Euge en algún tipo de nivel interno, pero lo último que quería hacer era parecer una loca.
- Sí, estoy bien. Fue...Hoy pasaron muchas cosas.
- Puedo imaginarlo - Una mirada comprensiva apareció en su rostro, y entonces tomó una respiración profunda - ¿De verdad me recordaste hoy? ¿Brevemente?
Asentí.
- No fue mucho. Sólo te recuerdo cuando teníamos...
- Probablemente teníamos diez - interrumpió, mordiéndose el labio inferior - Salíamos todos los días después de clases y los fines de semana. Éramos prácticamente inseparables.
Me llenó un anhelo de volver a ese momento.
- ¿De verdad dejé de hablar contigo porque comenzaste a salir con Nico? Porque él dijo que dejé de hablar contigo porque usaste algo que no me gustaba, pero yo...no creo que fuera muy buena con la moda.
- Siempre has tenido muy buena ropa y te has vestido como alguien de la alta clase, pero nunca te has preocupado por la ropa. No como las otras chicas - Los labios de Euge se fruncieron mientras se apartaba un mechón de pelo de la frente - No sé cuál fue la verdadera razón. ¿Quién sabe si fue Nico? Eso fue lo que me dijiste, pero no tenía sentido. Y a Cande no le gustaba, La. Se sentía épicamente celosa de nuestra amistad, y estoy bastante segura de que tuvo algo que ver con eso.
Todo volvía a Cande. ¿La chica tenía tanto control sobre mi vida? ¿O era algo más que eso?
- Debo volver. Estamos ocupados estudiando. - Hizo un guiño ante la mirada que cruzó por mi cara - Me gustaría mucho pasar el rato, si quieres.
- Eso estaría bien - le dije rápidamente - Es decir, me gustaría mucho.
Se rió suavemente.
- Lo entiendo. ¿Nos vemos más tarde?
Le di un rápido gesto y luego me dirigí a mi dormitorio. Al cerrar la puerta detrás de mi, dejé escapar un jadeo entrecortado y me senté frente al ordenador. Muy lentamente, casi a regañadientes, escribí el nombre de Peter. Cuando hice clic en siguiente, cerré los ojos con fuerza. Abrí un ojo.
Me recibió el espacio para escribir en mi nueva contraseña.
Me invadió la confusión, pero detrás de la pregunta de por qué lo escogí como respuesta secreta cuando parecía haberlo odiado, se hallaba una sensación excitante y tarareante que trajo una sonrisa a mi cara atolondrada. Una sonrisa que no entendía, porque tenía un novio que al parecer me gustaba mucho. Pero Peter había estado tan cerca de mí en la casa del árbol. Apartando los pensamientos de Peter, escribí una nueva contraseña y, finalmente me conecté a mi cuenta. Todos los correos en mi bandeja de entrada de antes del miércoles pasado habían sido eliminados.
Mmh...Eso sí que era extraño, no había ni un solo correo de Cande. Ni uno guardado i ni siquiera en mis archivos guardados. Nada. Alguien estuvo en mi cuenta de correo electrónico. Eso explicaría porque la contraseña era errada, pero la idea me hizo sentir paranóica.
Abrí uno de Mery, leí que sentía lo del almuerzo y que todavía me quería. Poniendo los ojos, empecé a eliminarlo, pero respondí y le dije que estaba bien. Mis amigos podrían ser unos idiotas de primer nivel, pero tenía que darles una oportunidad. Antes de cerrarlo, abrí un nuevo mensaje y escribí "C" en la barra de direcciones.
candevetra@live.com auto-completado.
Ver la dirección de correo electrónico me dejó sin aliento. No sabía por qué hice lo que hice a continuación, pero escribí dos frases cortas.
¿Dónde estas? Y entonces: ¿Quién eres?
Pulsé enviar.
Lo siento, lo siento. :( Pero es que he tenido muchos exámenes. De matemáticas, Química, Lenguaje, Biología, Hasta me tomaron nota en Educación Física, y aprobé (cosa que me sorprendió porque no soy buena en eso)
PDT 1: Mañana si o si hay capi, a la noche ;)
PDT 2: Lean la nove de Tefi Ocampo, está recién empezando;)
PDT 3: Se habrán dado cuenta de que ahora hay music en la página, bueno, siempre he querido colocarle y estaba indecisa porque al leer pueden a lo mejor no entender pero a mi se me hace agradable leer con música, y igual así el blog queda más Happy ajaja Suerte chicas, nos estamos viendo:3
Instagram: @scarlethjaraok Siganme bitches❤
Ah que bueno que bueno que volviste! Me encanta!
ResponderEliminarTe leo desde que empezaste con el hombre perfecto jeje
ResponderEliminarY solo ahora se me ha dado comentar.
PDT: Pablo me da mala espina, tiene algo que no me gusta.
Sube mas!!!!
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