lunes, 24 de noviembre de 2014

Walking Disaster: Capítulo 4

Capítulo 4:

- ¿Qué estás haciendo? - preguntó Agus. Estaba parado en medio de la habitación, con un par de sneakers en una mano y ropa interior sucia en la otra.


- Uh, ¿limpiando? - le pregunté, metiendo los caballitos de tequila en el lavavajillas.

- Ya vi, pero...¿Porqué?

Sonreí, con la espalda hacia Agus. Él iba a patear mi trasero.

- Estoy esperando compañía.

- ¿Y? 

- La paloma.

- ¿Eh?

- Lali, Agus. Invité a Lali.

- Amigo, no. !No! No jodas esto para mí, hombre. Por favor no.

Me di la vuelta, cruzando los brazos.

- Traté, Agus. Lo hice. Pero, no pude. - Me encogí de hombros - Hay algo sobre ella. No puedo evitarlo

Su mandíbula se apretó, y luego pisoteó hasta su cuarto, azotando la puerta detrás de él.

Terminé de lavar en el lavavajillas, y luego di la vuelta al sofá para asegurarme de que no hubiera ningún envoltorio vacío de condones visible. No sería divertido explicar eso.

El hecho de que había estado con una buena parte de las chicas hermosas en esta escuela no era un secreto, pero no veía la razón para recordárselo cuando ella viniera a mi departamento. Se trataba de la presentación.

Se trataba de Pigeon, sin embargo. Haría falta mucho más que publicidad falsa para meterla en mi sofá. En ese punto, la estrategia consistía en ir un paso a la vez. 

Si me centraba en el resultado final, el proceso iba a ser jodido. Ella veía cosas. Estaba más lejos de la inocencia que yo; a años luz de distancia. Esta operación era nada menos que precaria.

Yo estaba clasificando la ropa sucia en mi dormitorio cuando oí la puerta abrirse. Agustín generalmente escuchaba el auto de Candela antes para ir a recibirla a la puerta.

Idiota.

Murmuré, el cierre de la puerta de Agustín era mi señal. Entré en la sala y allí estaba: gafas, el pelo amontonado en la parte superior de su cabeza y lo que podía haber sido un pijama. No me habría sorprendido si hubiera estado usando ropa sucia.

Era tan difícil no reventar en carcajadas. Ni una sola vez una mujer había venido a mi departamento vestida así. Mi puerta principal había visto faldas de mezclilla, vestidos transparentes sobre bikinis. Un puñado de veces, maquillaje a kilos con muchos brillos. Pero nunca pijamas.

Su apariencia explicaba inmediatamente porque había sido tan fácil convencerla de que viniera. Ella estaba tratando de darme nauseas para que la deje en paz. Si no lo luciera absolutamente sexy hasta con eso, hubiera funcionado, pero su piel estaba impecable, y su falta de maquillaje y gafas sólo hacían resaltar más el color de sus ojos.

- Ya era hora de que llegaras - dije, dejándome caer en el sillón.

Al principio, parecía orgullosa de su idea, pero cuando hablamos y no dije nada, estaba claro que ella sabía que su plan había fracasado. Mientras menos sonreía, más tenía que detenerme para sonreír de oreja a oreja. Era muy divertido. No podría superarlo.

Agustín y Candela se nos unieron diez minutos más tarde. Lali estaba nerviosa, y yo estaba malditamente cerca de empezar a delirar. Nuestra conversación se había dirigido a su duda de que no podría escribir un sencillo trabajo para ella, cuestionando mi afición por la lucha. Me gustaba hablar con ella acerca de cosas normales. Era preferible a la difícil tarea de decirle que se fuera después de estar con ella. Ella no me entendía, y yo como que quería que lo hiciera, a pesar de que parecía enojada.

- ¿Quién eres tú...el Karate Kid? ¿Dónde aprendiste a luchar?

Agustín y Candela parecían estar avergonzados por Lali. No sé por qué, a mí no me importaba. El hecho de que yo no hablara mucho de mi infancia no quería decir que estuviera avergonzado.

- Tuve un papá con problemas alcohólicos y mal temperamento, y cuatro hermanos mayores que portaban el gen de idiotez.

- Oh - dijo simplemente. Sus mejillas se pusieron rojas, y en ese momento, sentí una punzada en el pecho. No estaba seguro de lo que era, pero me molestó bastante.

- No te averguenzes, Pidge. Papá dejó de beber, los hermanos maduraron.

- No estoy avergonzada - Su lenguaje corporal no coincidía con sus palabras. Luché por pensar en algo para cambiar de tema, pero luego su mirada sexy, desaliñada, vino a mi mente. Su desconcierto fue remplazado inmediatamente por la irritación, algo que era mucho más cómodo.

Candela propuso que viéramos televisión. La última cosa que quería hacer era estar en una habitación con Lali, siendo incapaz de hablarle. Me paré.

- ¿Tienes hambre, Pidge?

- Ya comí.

Las cejas de Cande se levantaron.

- No, no lo has hecho. Oh...es cierto, se me olvidaba que tú comiste un ¿pizza? antes de que viniéramos.

Lali se sintió avergonzada de nuevo, pero cubrió rápidamente su enojo. Aprender su patrón emocional no llevaba mucho tiempo.

Abrí la puerta, tratando de mantener mi voz casual. Nunca había estado tan ansioso por estar a solas con una chica, sobre todo sin tener sexo con ella.

- Vamos. Tienes que tener hambre.

Sus hombros se relajaron un poco.

- ¿A dónde vas?

- Dondequiera que tú desees. Podemos ir a una pizzería - Me encogí por dentro. Eso pudo haber sido demasiado impaciente.

Miró sus pantalones.

- Realmente no estoy vestida.

No tenía idea de lo hermosa que lucía. Eso la hacía aún más atractiva.

- Te ves bien. Vamos, que estoy muriendo de hambre.

Una vez que ella estaba sobre mi Harley, por fin pude pensar con claridad otra vez. Mis pensamientos eran por lo general más relajados en mi moto. Las piernas de Lali tenían mis caderas apretadas, pero eso era extrañamente relajante, también. Casi un alivio.

Esa sensación extraña que sentía a su alrededor me desorientaba. No me gustaba, pero de nuevo, me recordaba que ella estaba cerca, así que era tan reconfortante como inquietante. Decidí resolver mi mierda. Lali podía ser una paloma, pero sólo era una jodida chica. No necesitaba tener mis boxers hechos un manojo.

Además, había algo debajo de esa fachada de niña buena. Me odiaba porque había sido lastimada por alguien como yo. De ninguna manera era una puta, sin embargo. Ni una puta reformada. Yo las podía detectar a un kilómetro de distancia. Por fin había encontrado una chica que era lo suficientemente interesante como para quererla conocer, y una versión de mí ya la había lastimado.

A pesar de que la acababa de conocer, el pensamiento de que algún imbécil le hiciera daño me enfureció. Que Lali me asociara con alguien que le había hecho daño era peor. Pisé el acelerador cuando entramos al estacionamiento de Pizza Shack. El viaje no había sido suficiente para solucionar la mierda en mi cabeza.

Ni siquiera estaba pensando en mi velocidad, por lo que cuando Lali saltó de la moto y empezó a gritar, yo no podía dejar de reír.

- Conduje al límite de velocidad.

- !Si, si estuviéramos en la autopista! - quitó la maraña de cabello por debajo de la corona de su cabeza, y luego separó su largo cabello con los dedos.

No podía dejar de mirarla mientras lo envolvía y se lo ataba de nuevo. Me imaginaba que así lucía en la mañana, y luego tuve que pensar en los primeros diez de minutos de Salvando al Soldado Ryan para mantener mi polla lejos de ponerse dura. Sangre. Gritos. Intestinos visibles. Granadas. Tiroteos. Más sangre.

Mantuve la puerta abierta.

- No dejaría que nada te pasara, Pigeon.

Pisoteó furiosa junto a mí hacia el restaurante. Fue una lástima, era la primera chica a la que le había querido abrir la puerta. Había estado esperando ese momento, y ni siquiera se dio cuenta.

Después de seguirla adentro, me dirigí a la mesa de la esquina. El equipo de fútbol estaba sentado en varias mesas juntas en el medio de la habitación. Ya gritaban que yo tenía una cita, y apreté los dientes. No quería que Lali escuchara.



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